¿Es bueno tener sexo por Internet?
“En internet te sientes como un trozo de carne expuesto en el mercado”, decía Alberto, un chico gay que acababa de crearse un perfil personal en una página de contactos.
“La gente va tan directa al grano que, muchas veces, cuando enseño mi foto, muchos de ellos desaparecen. Ni siquiera te dicen adiós o la típica excusa de que no eres lo que buscan. Y soy un chico normal; nunca he pensado que fuese poco atractivo. Para mí, tener un perfil en Internet está siendo toda una prueba para la autoestima, y creo que en ocasiones puede llegar a acomplejar”.
La conclusión a la que había llegado Alberto es cada vez más común entre aquellos que frecuentan la red, sin importar la orientación sexual ni la edad.
Individualismo, consumismo e imagen física
La explicación más lógica es que el triunfo del individualismo y del consumismo se ha extendido también al mundo de los contactos afectivo-sexuales: el objetivo es contactar con perfiles compatibles, y rápidamente.
El apremio en algo tan complejo como las relaciones humanas conduce muchas veces a que la imagen física sea la única variable a la que se presta atención.
“Más de una vez me he encontrado con gente que miente”, comentaba Olivia, una chica de 33 años. “No sé por qué lo hacen, pero he quedado con varios chicos que en persona no eran en absoluto como en sus fotos”.
“También te topas con algún que otro colgado de esos con los que ni siquiera te apetece tomar un café. Pero, pese a los pequeños riesgos, lo que sí tengo claro es que, trabajando todo el día fuera de casa, Internet es un buen medio para conocer gente y mantener relaciones puntuales. Está claro que no siempre aciertas y que muchas veces habrías hecho mejor quedándote en casa, pero es un sistema muy práctico.”
Internet es el gran catalizador del deseo en la sociedad tecnológica del siglo XXI, ya que permite aunar practicidad, rapidez e instinto sexual.
Sin embargo, ese “mercadeo de la carne” en el que muchas veces acaba convirtiéndose puede despertar inseguridades y generar momentos incómodos.
Por mucho que tengamos un instinto sexual elevado que no conviene reprimir, somos animales-humanos, personas en definitiva, a quienes la parte afectiva y emocional siempre acecha de manera latente acompañando nuestra vida amatoria.