Año nuevo… propósitos viejos: Qué hacer y qué no hacer para afrontarlos con más garantías

    Año nuevo... propósitos viejos © Depositphotos.com/Lofilolo

    Plantearse metas de mejora a principios de año es todo un clásico: dominar mejor un idioma, dejar de fumar, bajar de peso, hacer más ejercicio, etc. son algunos de los ejemplos más habituales.

    A pesar de las buenas intenciones, sin embargo, no es ésta una tarea fácil, ya que con frecuencia los mismos propósitos se repiten año tras año… así que algo falla.

    En este artículo nos centraremos en esos buenos propósitos que atañen a cuestiones alimentarias y de salud con el fin de que este año, sí que sí, sea el definitivo.    

    Año nuevo… propósitos viejos: Qué hacer y qué no hacer para afrontarlos con más garantías

    Juan-Revenga-Colaborador-Invitado¿Es bueno hacerse estos planteamientos de forma periódica… y terminar por no cumplirlos?

    Tal y como es fácil de prever, la respuesta tiene dos vertientes.

    Por un lado, es muy positivo cualquier estímulo que proponga mejorar nuestro estilo de vida con independencia del momento del año en que se establezca.

    El cambio del año suele ser un periodo típico para plantear objetivos; con el cambio del calendario se suele echar la vista atrás, haciendo balance de lo acontecido en el último año, al tiempo que se mira hacia delante con un cierto deseo de mejora.

    Tener la iniciativa de progreso es, sin duda, un elemento positivo e incluso necesario para que se produzca el cambio.

    Por otro lado, los habituales fracasos pueden suponer un lastre en la moral del individuo que, en virtud de las circunstancias personales, pueden hastiar su voluntad hasta el punto de dificultar e incluso evitar plantear en el futuro nuevos cambios… una especie de “para qué me lo voy a plantear si no lo voy a conseguir”.

    Con este panorama, lo primero que se debería hacer es meditar seriamente al respecto de cómo se plantearon los anteriores propósitos y sopesar hasta qué punto éstos fueron formulados más como un deseo que como una verdadera estrategia de cambio.

    Es decir, pensar si en las ocasiones anteriores se “deseó” un cambio pero poco o nada se hizo para hacerlo realidad.

    Opino que no se puede hablar de fracaso en la consecución de las metas. Si acaso, sí de una mala o incluso nula capacidad para establecer las estrategias conducentes al éxito.

    No te plantees ningún cambio sin la presencia de estos tres elementos

    Espero que, una vez expuestos los anteriores razonamientos, la realidad sobre los “nuevos propósitos” se vaya esclareciendo en tu mente.

    En líneas generales, todo nuevo propósito necesita tres componentes imprescindibles:

    El primero, la voluntad de cambio, el querer que las cosas sean de otra forma. Este elemento es el que no suele fallar; de hecho, y precisamente por lo frecuente de su presencia, estás leyendo ahora este artículo.

    Ahora bien, una vez que un deseo de cambio empieza a tomar forma en tu cabeza, lo primero que te has de cuestionar es para qué quieres ese cambio o elemento en tu vida.

    Si las respuestas que obtienes son adecuadas y positivas, adelante: estás ante un buen cambio. No estaría mal que, ayudado de papel y lápiz, verbalizaras esos “paraqués” y que los releyeras para reafirmarte… o para lo contrario.

    El segundo elemento indispensable es establecer una estrategia detallada de todos los pasos que vas a dar para que ese cambio termine siendo una realidad y no sólo un deseo en tu cabeza.

    ¿Aún conservas ese papel y ese lápiz? Estupendo, porque ahora sí que sí vas a estar “obligado” a detallar todas y cada una de esas estrategias.

    Esa estrategia es tu plan: sin un buen plan bien diseñado será difícil que alcances tus metas. Ponerlo por escrito te ayudará a ver sus fallos o “chirridos” con otras facetas de tu vida.

    Además, también te permitirá hacérselo llegar a otras personas, familiares habitualmente, que te pueden dar su opinión al respecto de ese plan –por ejemplo, podrán decirte si es muy generalista o muy exigente o irreal, y de esta forma ayudarte a perfeccionarlo-.

    Tu plan tiene que contener elementos concretos y mensurables. Por ejemplo: “Voy a ir más al gimnasio” no vale; en cambio, sí valdría decir “todos los miércoles a las 18:00 voy a salir a correr”.

    Por último, no puede faltar una buena dosis de realismo consciente. Me refiero a que hay que tener asumido que todos estos planes asociados a los buenos propósitos suelen venir acompañados de dos pegas que van a dificultar su consecución. Ahora bien, ser consciente de su existencia hará más fácil el poder sobrellevarlas.

     

    Todo nuevo propósito necesita tres componentes imprescindibles: la voluntad de cambio, una estrategia detallada y una buena dosis de realismo consciente.

     

     

    Se trata, en concreto, de los daños colaterales y el ritmo inherente de producción de esos cambios.

    Casi con toda probabilidad hay que asumir que obtener el cambio que persigues te obligará a prescindir de algunos elementos que hasta ahora caracterizaban tu estilo de vida: ésos son los daños colaterales.

    Tú eres el responsable de sopesar si esas concesiones que te vas a ver obligado a realizar están justificadas en virtud de la meta general que te has propuesto.

    Si, por el contrario, decides que no son justificables, no merece la pena que te plantees ese buen propósito.

    El otro tema dentro de este apartado es los ritmos. La mayor parte de todos los buenos propósitos se caracterizan por el deseo de unos resultados casi inmediatos, pero, como bien sabes, normalmente estas cuestiones no son de hoy-para-mañana.

    Bajar de peso, adquirir unos adecuados hábitos alimentarios, obtener una mejor condición física, etc. no son objetivos inmediatos.

    Para asumir esta realidad, además de fijarte pequeñas “metas volantes”, has de hacer, meses o años después de su planteamiento, un chequeo general sobre si el cambio se ha producido tal y como lo imaginaste en su inicio.

    Consejos prácticos

    Además del consabido lápiz y papel que te recomiendo muy vivamente para ponerte manos a la obra en cualquier buen propósito que decidas asumir, me voy a centrar en aportar una serie de consejos centrados en aquello de adquirir mejores hábitos alimentarios.

    Huye de los típicos buenos propósitos genéricos del tipo: “este año voy a comer mejor”, “voy a adelgazar”, “me voy a cuidar”, etc. En su lugar plantéate metas más modestas pero más concretas, de forma que te sea más fácil controlar cuáles estás siguiendo y cuáles no.

    Por eso, según la American Hearth Association, es más eficaz plantearse metas concretas que nos permitan comprobar si las estamos poniendo en práctica.

    Para ello proponen cinco propósitos concretos bien definidos:

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    - La bebida de elección debería ser, en la mayor parte de las ocasiones, el agua. Así pues, deja a un lado y sólo para ocasiones señaladas los refrescos y las bebidas alcohólicas.

    No creas todo lo que dicen quienes están interesados en la promoción y venta de todas estas bebidas diferentes del agua. La bebida más económica, saludable y accesible es, sin lugar a dudas, el agua… aunque no tenga antioxidantes.

    - Incorpora más alimentos vegetales en tu día a día. Éstos han de estar presentes de forma abundante en la mayor parte de las ingestas diarias.

    Para ello, cuenta con que los postres de las comidas y las cenas, salvo excepciones, estarán constituidos por fruta.

    Además, recuerda incluir una o dos raciones de alimentos vegetales en cada comida importante, bien como ingrediente principal (verduras, cremas, purés, ensaladas, salteados, etc.) o con las guarniciones.

    Para hacerte una idea de la importancia de la presencia de este tipo de alimentos en tu dieta diaria puedes echarle un vistazo al denominado Plato de la Alimentación Saludable de la escuela de Salud Pública de Harvard. Como podrás comprobar, la mitad de tu plato debería estar constituido por alimentos de origen vegetal fresco.

    Deja a un lado los alimentos procesados o úsalos excepcionalmente. Sobre esta alternativa alimentaria siempre hay una espada de Damocles pendiente en forma de azúcar (demasiada), grasa (no aconsejables), sal (mucha) y fibra (poca) que hace que su perfil nutricional sea muy inferior al de los alimentos más frescos.

    Algunos de ellos pueden sacarnos de un apuro puntal, pero no deberían constituir una parte importante de tu alimentación.

    - Muchos de estos consejos se pueden seguir con mayor facilidad si nos hacemos consumidores de aquellos alimentos que están de temporada. Éstos son más baratos y se encuentran en su estado óptimo de consumo.

    Para saber qué alimentos son los propios de cada temporada (fundamentalmente los vegetales, de los que ya te ha hablado, y algunas especies de pescados) puedes consultar este enlace.

    Nutricion-Propositos-nuevos3- Por último, recuerda la importancia de las legumbres, unas grandes olvidadas en nuestras mesas en los últimos tiempos. Sería recomendable que las incluyeras al menos dos veces por semana en forma de plato principal en alguna de las comidas.

    Junto a ellas también sería recomendable que hicieras el propósito de elegir aquellas opciones integrales en los alimentos que contemplen esa posibilidad (productos de panadería, arroz, pasta, etcétera).

    Una de las características negativas de nuestro actual patrón de consumo es la falta de fibra. Este tipo de medidas, junto con las anteriores mencionadas, te ayudarán a solucionarlo.

    La planificación es indispensable

    Si no se tiene el hábito, hacer una adecuada planificación dietética sobre qué y cómo se va a comer no es precisamente sencillo, al menos de forma inmediata.

    No es especialmente difícil, como el conducir, pero hacerlo bien requiere una serie de conocimientos y, evidentemente, de práctica. Una vez adquirido esto, lo demás viene rodado.

    Para ayudar a planificar y dar algunas claves sobre la organización de menús escribí hace tiempo una serie de post en mi blog “El nutricionista de la general” que, espero, te puedan servir de ayuda. Y es que, tal y como cada vez parece estar más de relieve, cocinar en casa es un ingrediente clave para seguir una dieta saludable:

    Planificar y cocinar: organiza tus menús (1). La plantilla

    Planificar y cocinar: organiza tus menús (2). El calendario

    Planificar y cocinar: organiza tus menús (3). El listado de platos

    Planificar y cocinar: organiza tus menús (4). El recetario

    Ojalá veas tus objetivos cumplidos. Si necesitas ayuda, solicita una consulta con un buen dietista-nutricionista… pero no para adelgazar o perder peso, sino para aprender a comer mejor.

    El resto es muy probable que, con el tiempo, aparezca por añadidura.

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