Para introducirte a nuestros lectores me gustaría recurrir una idea tuya, y es que, como tú dices, a veces, cuando nos presentamos a alguien, nos centramos en tres cosas: en lo que tenemos, en lo que hacemos y en la opinión que los demás tienen de nosotros. Quizá esta no es la mejor manera. Entonces, siguiendo estas bases, ¿quién es Javier Iriondo?
Empezamos duro. De alguna manera lo explico en el primer libro Donde tus sueños te lleven, en la descripción que Joshua hace de sí mismo. Pero yo me defino como un eterno aprendiz, como un soñador incurable que no busca el remedio para su enfermedad y como alguien que tiene que seguir siempre aprendiendo y haciendo el propósito por el que está aquí, que es contribuir en ayudar a otros gracias a las experiencias que he tenido, que es lo que mejor se me da. Al final lo que uno es se ve por los actos, más que por cómo se puede describir; por cómo tratamos a los demás y no por la profesión que desempeñamos. Yo soy una persona que siempre ha tenido retos y ha conseguido sueños, por los cuales a veces le han llamado loco. Pero uno de los placeres de la vida siempre es hacer lo que los demás dicen que no puedes hacer.
En tus libros y conferencias hablas de la dificultad que tenemos para creernos que merecemos la felicidad y considerarnos suficiente. Dices que ello nos lleva a postergar la felicidad. ¿Cómo y cuándo te diste tú cuenta de que la merecías?
Curiosamente yo nunca hablo de felicidad. Yo suelo hablar de plenitud, de satisfacción y paz interior y de estar bien con uno mismo, más que de felicidad. Porque cuanto más he ido estudiando sobre la felicidad, más me he dado cuenta de lo que complicamos las cosas. Si tú vas a una sala donde hay más de mil personas y preguntas qué es la felicidad, obtendrás muchas respuestas distintas. Pero lo increíble de la felicidad es preguntarte cuáles son tus condiciones para ser feliz. Imagínate que para dos personas la felicidad no es lo mismo: uno con despertarse por la mañana ya es feliz; el otro, si no tiene 100.000 euros en la cuenta, el trabajo perfecto, la familia, la casa, el coche y todo le va genial, no es feliz. Es asombroso ver las reglas que hemos aprendido y nos hemos autoimpuesto para poder ser felices. A veces tenemos que simplificar las cosas. Nos hemos convencido de que “tengo que conseguir esto y esto, pero hasta entonces tengo que estar esperando”. Es como que nunca es suficiente, como si siempre hubiese algo más. Uno tiene que intentar ser feliz o estar bien con uno mismo independientemente de los resultados. A partir de ahí, todo lo que consiga será genial, pero eso no debe condicionar la valoración de una persona, cuánto vale, [ni tampoco] el tamaño de la cuenta, del coche o de la casa o de los méritos que ha tenido. A mí lo que me importa es cuál es la calidad humana de esta persona. No somos un “tener humano”, somos un ser humano. Todos queremos una mejor vida, más segura; pero a veces nos ponemos unos listones demasiado altos que nos ha puesto la sociedad del consumo. Estas condiciones a veces son complicadísimas. Así que cuanto más simplifiquemos las reglas, más fácil es.
Me gustaría preguntarte concretamente por el consumismo. ¿Crees que los medios de comunicación de alguna manera nos están condicionando para crearnos falsas necesidades y para que consumamos más?
Absolutamente. De eso se trata el marketing. Están todo el día creando necesidades, y condicionándonos. Tienes que comprarte esta crema, esta pastilla y esta vitamina y constantemente tienes que aparentar encajar e ir a la moda, porque si no te puedes quedar fuera del grupo. Es como si necesitaras todas estas cosas para ser feliz. Pero es cierto que todos queremos tener una mayor seguridad. Una de las necesidades básicas del ser humano es que necesitamos evitar el sufrimiento, tener techo y poder pagar las facturas, poder cuidar de los nuestros y evitar ese dolor y tener una buena vida. Pero otra cosas son todas estas necesidades extras. Se gastan miles de millones en publicidad porque funciona. La publicidad funciona a través de condicionantes y a través del miedo, sobre todo. El miedo es el mayor motivador que hay.
Entonces, por lo que decías antes de querer ser aceptados en un grupo, ¿estamos fingiendo ser quienes no somos?
Lo que yo suelo decir es que a veces hemos adquirido una imagen de nosotros mismos que no es. ¿Cómo asumimos nuestra identidad? O ¿cómo nos vemos a nosotros mismos? Hay personas que se sienten importantes, que se sienten bien consigo mismas porque han tenido un desarrollo personal y tienen una buena autoestima y confían en sí mismos, y otros que pretenden confiar en sí mismos a base de acumular cosas. Pero lo que ocurre es que si la confianza de una persona, esa felicidad, viene por esas cosas materiales, y hoy en día con la crisis y por las circunstancias pierden esas cosas, ocurre que sufren una pérdida de identidad y una pérdida de valor. Lo mismo ocurre cuando una persona dice “yo soy arquitecto”, o “soy abogado”, o “soy camarero”, y entonces dejan de serlo: pierden una parte de su identidad. Precisamente una parte importante de los suicidios es por la pérdida de identidad. Es una cosa que se esconde, los medios no hablan de ello porque está prohibido, porque puede crear un efecto boomerang; pero otras veces esconden la verdad de los suicidios porque se descubriría también todo lo que está pasando. Esa pérdida de identidad que nos lleva a frases como “mira quién yo era, lo que tenía, y ahora no soy nadie, soy insignificante”. En vez de pensar en los valores, o en cómo puedo marcar la diferencia de otra manera.
En muchas ocasiones también hablas del consumo que hacemos sobre los medios de comunicación, sobre lo que leemos y vemos en televisión. ¿Lo que tú propones es evitar el dolor mirando hacia otro lado?
Tampoco es cuestión de girarse de espaldas, porque lo que no puedes hacer nunca es huir de los problemas. Hay que tener mucho cuidado de no entender eso. Es decir, si los enfrentas se hacen menos problemas, y si huyes, te persiguen y se hacen más grandes. Es como huir de los miedos; cuanto más huyes, más te debilitas, más frágil te haces. O te enfrentas a los problemas y miedos, recuperas tu confianza, recuperas la autoestima, recuperas la energía y te conquistas a ti mismo, te haces mucho más fuerte, o no. Con lo cual, no es “no voy a leer las noticias, no quiero saber lo que pasa en el mundo para no ser negativo”. No, esto no tiene nada que ver. Tiene que ver con no revolverse en la mierda. Es que a veces cogemos un problema y todo el mundo empieza a hablar sobre él y magnificamos el problema y empieza a haber expertos del problema, miles de opiniones del problema… Y nadie habla de la solución. Es como que hablar del problema es un mérito. Pero yo lo que estoy esperando y que me gustaría es que esos supuestos expertos nos hablen de alternativas y soluciones para desviar el enfoque de estar todo el día hablando del problema y empezar a ver las alternativas, qué es lo que realmente podemos hacer, cómo podemos cambiar las cosas. Parece que todo el mundo sabía que iba a pasar esto, todo el mundo lo veía venir y dicen “ya te dije yo…”, y todo el mundo va repartiendo esa idea como si fuese un gran mérito. En muchas ocasiones tenemos una persona delante que ha perdido muchas más cosas de las que tú imaginas, que está muy mal, que ha perdido la esperanza y la confianza y tú llegas y le dices: “Te voy a informar por si no te has enterado…”. Lo que esa persona necesita es otro tipo de información, lo que necesita es esperanza. Necesita escuchar una cosa distinta y no más de lo mismo. No es cuestión de no ver los problemas ni huir de ellos. Lo que tenemos que comprender es que nuestros pensamientos dominantes son los que controlan nuestra vida. Es decir, la calidad de tus pensamientos controla tu vida. La persona con la que más tiempo vas a pasar eres tú. La persona que siempre te está escuchando eres tú. Entonces, ¿qué te estás diciendo a ti mismo? Tenemos que tener mejores pensamientos para tener más confianza y esperanza. Pero la calidad de los pensamientos está determinada por la calidad de la información que tú recibes. Si yo estoy todo el día informándome sobre nada más que problemas, al final lo que tengo son un montón de pensamientos negativos y una expectativa terrorífica del futuro. Cuando una persona empieza a leer más libros, a asistir a eventos, cursos, formación…, empieza a estar mucho mejor interiormente, y es cuando tiene más capacidad de hacer cosas, cuando a lo mejor encuentra una oportunidad de oro, cuando es capaz de crear oportunidades.
A veces, todos estos problemas hacen que nos echemos a las redes sociales y empecemos a quejarnos. ¿Crees que nos conformamos con soltar todo nuestro lamento en ellas, evitando así ir un paso más lejos e implicarnos de verdad en la solución?
Hay dos líneas en las redes sociales. Tenemos personas que siempre se están quejando y también tenemos la invasión de los filósofos de internet, que tienen consejos para los demás, pero pocos para sí mismos. Todo el mundo tiene frases maravillosas, pero luego, a la hora de la verdad, piensas: “¿Dónde están todos esos? No los veo”. Todos tenemos tendencia a que, en cuanto las cosas no funcionan tal como esperábamos, buscamos, aunque no nos demos cuenta, a un responsable o un culpable. Porque el ser humano necesita sentirse inocente. Es decir, tendemos a buscar a un culpable para poder justificar una situación, y puede que tengamos toda la razón, pero el problema es que mientras estemos buscando culpables, jamás solucionaremos el problema. Y eso es lo que el mundo no puede permitirse. Hay que decir: “Pase lo que pase en mi vida, yo puedo fracasar hasta el infinito, pero yo soy el responsable”. Punto. ¿Yo me he arriesgado? Ha habido situaciones difíciles, pero yo soy el responsable y, si lo soy, puedo empezar a cambiar las cosas. Pero si me quedo sentado, señalando dedos, aunque tenga razón, no puedo cambiar las cosas. Todo el mundo está empeñado en cambiar el mundo, pero si hay un lugar por el que tenemos que empezar es por nosotros mismos.
Mientras estemos buscando culpables, jamás solucionaremos el problema.
Tú, Javier, eres precisamente un referente de cambio, de superación, de autoconocimiento. ¿En qué personas te has fijado tú, a quiénes has leído y has seguido para coger ideas y tomar ejemplos?
Más que personas, han sido libros puntuales. Sí que hay una persona que fue una gran influencia cuando viví en Estados Unidos, y luego Anthony Robbins. De hecho, acabo de venir de Estados Unidos de un curso con él precisamente, en Miami. Fueron seis días con 3.000 personas de 71 países distintos, de todos los colores, razas… con siete traducciones. He estado con una persona de Kazajistán, otra de Sudáfrica, otra de Brasil… de todos los lugares. Y lo curioso es que ves una cosa en común: independientemente de las razas, colores y creencias, todos somos iguales. A nivel emocional todos tenemos nuestros problemas e inquietudes. Para mí, Anthony es la persona que tiene los principios más claros, porque a veces hay un montón de escuelas, de contenidos… y hay gente que busca las cosas brutalmente sofisticadas, como si cuanto más complicado y más caro sea, mejor. Y no es así. Precisamente un sabio es sabio porque hace de lo difícil, algo sencillo. Para mí han sido libros puntuales; me encantó El Alquimista, El vendedor más grande del mundo… Y otros libros de liderazgo que, [al leerlos], te preguntas: “¿Cómo es que no aprendí esto en la escuela?”.
Ahora que hablas de escuela, en tu último libro dices que “las posibilidades de éxito son proporcionales a nuestra capacidad de sacrificio”. ¿Saben las nuevas generaciones lo que es el esfuerzo?
En muchos casos no, porque ha habido un problema de transición, en el sentido de que ha habido muchos padres que han querido dar todo a sus hijos con la mejor de las intenciones, por puro amor, pero con desconocimiento, argumentando eso de que “yo quiero que a mis hijos no les falte de nada, que no tengan frustraciones”. Y cuando tú evitas los problemas a una persona, estás convirtiéndola en vulnerable, en alguien incapaz de superar un problema, en alguien que no sabe valorar las cosas. Estamos en la tierra del “me aburro”, porque [los jóvenes] constantemente tienen que ser entretenidos, tienen que tener alguna maquinita para no tener que pensar. Es la ley de “lo quiero y lo quiero ahora”, y todo tiene que ser fácil y no tiene que costar. Y creo que ahora estamos pagando el precio. ¿Cuándo valoramos las cosas? Cuando las perdemos. Cuando hablas con alguna persona mayor y te cuenta historias de lo que ha tenido que pasar, el hambre y el frío, dices: “¿De qué narices nos estamos quejando?, ¿con qué nos estamos comparando?”. Un problema es un problema en función de con qué lo estamos comparando. Y a veces, cuando crees que tienes un problema, de repente te dicen que un familiar tuyo tiene un cáncer terminal. Mi hermana, por ejemplo, trabaja en un hospital psiquiátrico desde hace 25 años y ha visto mucho, y un día me habló sobre el cambio que ha habido en las enfermedades mentales. Antes había personas con problemas graves, locos, gente con problemas orgánicos mentales, etc. Pero en los últimos 15 años el perfil de enfermo ha cambiado totalmente. Donde el perfil antes era más variado, ahora es un montón de gente joven a la que le han dado absolutamente todo, que se han creído que tenían derecho a todo, que han mezclado esa fragilidad emocional con drogas, alcohol y permisividad, con muchísimos conflictos emocionales, con problemas de conductas… Y el dinero que conseguían era para ellos y sus vicios, y todas las demás cosas se las tenían que pagar. De alguna manera, aunque suene exagerado, todo el mundo tiene que asumir una parte de lo que está pasando. Todo el mundo tiene una capacidad mayor de lo que piensa pero a veces no la utiliza, y no sabe lo fuerte que puede ser hasta que no hay ninguna otra opción más que ser fuerte.
Aunque suene exagerado, todo el mundo tiene que asumir una parte de lo que está pasando.
Imagínate que nuestros hijos empezaran a estudiar y a criarse en la inteligencia emocional. ¿Cómo sería el futuro de la humanidad?
Hay algunos sitios donde se estudia así. En los estudios hechos lo que se va viendo es que el índice de felicidad y de la calidad de vida de estas personas es mucho mejor, porque tienen un mayor control emocional y esa inteligencia emocional hace que piensen más en los demás y no tanto en sí mismos. El Dalai Dama dice que si todos los niños meditasen unos minutos en los colegios, el mundo vería un cambio enorme. Está demostrado a nivel mental que la meditación cambia la estructura cerebral practicándola sólo seis semanas durante treinta minutos al día.
En Un lugar llamado destino he encontrado en los personajes una especie de cadena de favores, en la que se van contagiando enseñanzas. ¿Vivimos en el individualismo o en la cooperación?
Vivimos más en el individualismo porque la sociedad de consumo nos hace pensar más en el “yo, yo, yo”, y lo que al final a uno le da la satisfacción personal es la contribución. Eso es un generador de plenitud personal y de una mayor satisfacción interior porque, independientemente de tu situación, cuando eres capaz de ayudar a otro, de repente eres importante para el universo, sientes que has sido capaz de marcar la diferencia en esta persona. Y no es una cuestión de egoísmo, de “voy a hacer esto para sentirme bien”, sino que se hace el bien por naturaleza. Lo que más nos ayuda es conectarnos los unos con los otros. El sentirse comprendido es uno de los grandes objetivos del ser humano. La clave es sentirse comprendido sin sentirse juzgado ni criticado. Y te das cuenta de que a lo mejor no eres el único. Al final, esas dudas las tiene todo el mundo independientemente de las circunstancias. Yo en los talleres y conferencias demuestro que todo el mundo tiene los mismos miedos, dudas e inquietudes y cuando se dan cuenta de que todos están igual, viene el alivio. Esa sensación de comprensión es lo que nos lleva a conectar. Los sistemas económicos nos hacen cada vez más luchar por nosotros mismos y aislarnos sin darnos cuenta.
Tú también hablas en el libro de la muerte, y dejas entrever que muchas veces una pérdida lleva a los personajes a encontrar otra visión, otra salida. ¿Todo tiene remedio menos la muerte?
Yo no tengo todas las respuestas; lo que sí que puedo decir es que en la vida real he visto situaciones más macabras que en la ficción. Y he visto gente que ha convertido esa experiencia tan terrorífica en el mayor don de su vida. De las experiencias que tenemos en la vida, la cuestión es cuál es el significado que le damos. Yo suelo decir que, cuando no consigues lo que quieres, encuentras tu destino. Esos problemas son los que, con el tiempo, te van construyendo, los que te dan los músculos emocionales y los que te han convertido en la clase de persona que eres. Pero cuando ocurre esto, cada uno tiene la decisión de decidir cómo va a reaccionar. A veces queremos creeros que ya no podemos cambiar, pero siempre hay historias que nos demuestran lo contrario. Oprah Winfrey es la mujer más poderosa del mundo; tiene más poder que algunos presidentes del mundo, porque tiene la capacidad de modificar las opiniones de millones de personas. Oprah lleva 25 años con el programa principal en Estados Unidos; una mujer negra, que había nacido de una madre de 13 años, que a su vez fue madre a los 13 años, que había estado en un reformatorio… y ¿quién iba a decir que esta persona iba a tener un gran futuro? ¿Esa persona tenía la educación y el entorno familiar para conseguir ser la mujer más poderosa del mundo? Desde luego que no. Todo el mundo tiene la capacidad de cambiar.
Los personajes del libro se ayudan entre ellos, y a veces a las personas nos gustaría poder ayudar a los demás tan bien como hacen ellos. ¿Es posible ayudar a alguien si ese alguien no quiere ser ayudado?
Si no quiere, no. Es muy complicado. “No puedes despertar a quien pretende hacerse el dormido”. Es un proverbio. Para que una persona cambie, tiene que querer cambiar. Una persona cambia porque ha encontrado un sueño inspirador que le motiva una barbaridad o porque llega un momento en que el dolor y el sufrimiento es tanto que dice: “Ya no estoy dispuesto a seguir así”. Cuando uno no quiere cambiar es porque a veces, a pesar de la incomodidad, está cómodo, se ha acostumbrado. Pero también veo a gente que está empeñada en ayudar a otros, y no: tú tienes que esperar a que les llegue su momento. Hay gente que tiene la buena voluntad e intención de ayudar, pero no tiene conocimiento de ciertas cosas y así ocurre el efecto contrario; que queriendo ayudar lo puedes hundir más todavía.
¿Podría ser que la persona estuviese sacando beneficios de esa situación?
Claro. La depresión tiene algunos beneficios. Obviamente a corto plazo; a largo, es destructiva. Que a nadie se le ocurra pensar que la depresión es algo bueno. Es malísimo. Pero de las actitudes depresivas uno puede obtener ciertas cosas. Por ejemplo: si estoy mal y tengo un problema suficientemente grande como para contárselo a todo el mundo, ¿cómo ellos van a ser tan malos de no escuchar? Ésa es una manera de que tengan la obligación de escuchar. Es una manera de manipular a las personas, también de justificar cualquier adicción, responsabilidad y el hecho de no hacer nada. Es una manera de confundir el amor con la lástima. A corto plazo obtienes esos beneficios, pero dentro de muy poco todo el mundo te va a dar la espalda porque se van a cansar de que les manipules. Y, a largo plazo, eso te ancla a una actitud destructiva.
A veces es difícil encajar y aplicarnos todas estas informaciones que tú das. ¿Qué tendría que hacer el lector para que tus libros les sirvan?
El lector tiene una responsabilidad absoluta. La responsabilidad es del alumno, no del maestro. El maestro te puede dar una medicina, pero tú te la tomas; te puede enseñar el camino, pero tú tienes que recorrerlo. Lo que uno tiene que hacer es tomar decisiones. Uno puede pensar: “Esto es buenísimo, ¿cómo lo mantengo en mi vida?”. Pues tomando decisiones, porque esa motivación o esa inspiración se va esfumando como un perfume, y luego vuelves al día a día. Si yo quiero sentirme como me he sentido, tengo que hacer más eso. ¿Qué es lo que te hace sentir así? ¿Por qué no lees más libros de ese tipo? La gran diferencia está entre lo que sabemos y lo que hacemos. Si aplicásemos lo que sabemos, seríamos genios. Así que hay que descubrir qué hábitos me están llevando hacia lo que no quiero y qué hábitos me llevan hacia donde sí quiero. A veces nos abandonamos y estamos esperando a que las cosas pasen, estamos esperando a que algo milagroso ocurra o que alguien se responsabilice de nuestra vida, pero el único que te va a rescatar en tu vida eres tú mismo.
A veces estamos esperando a que algo milagroso ocurra o que alguien se responsabilice de nuestra vida, pero el único que te va a rescatar en tu vida eres tú mismo.
Entonces, en las cuestiones del amor, ¿crees que estamos viviendo relaciones de pareja sanas?
Hay de todo. Cuando veo los estudios sobre los divorcios y las separaciones, es alarmante. Pero nos hemos dejado influenciar por amores románticos, historias maravillosas donde todos tienen que ser felices para siempre… Yo en el libro toco ese tema y lo que veo en muchos casos es que muchas personas están en la primera fase de la relación, del amor de bebé. Mucha gente quiere encontrar a alguien que le haga feliz, que le rescate, que le escuche, alguien que vea todo lo bueno que es, alguien que le divierta, que le quiera… en definitiva, alguien que le complete, una media naranja. Ocurre que esa mentalidad es como si fuéramos un juguete roto, que está en busca de alguien que lo arregle, lo que nos lleva a hacer responsable de nuestra felicidad a otra persona. Cuando tienes esta mentalidad y encuentras a una persona, inicialmente funciona los tres primeros meses, porque es la fase de enamoramiento, de las endorfinas que hacen que uno idealice totalmente a la otra persona. Cuando pasa el tiempo y empiezas a ver la realidad y a convivir, es el momento en el que hay que trabajar en la relación, evolucionar. Y mucha gente, cuando pasa ese tiempo y ve que no es tan bonito como parecía, culpan a la otra persona. Ahí entra el propio desarrollo personal, cuando uno dice: “No, yo tengo que estar bien conmigo mismo”. La felicidad depende de uno mismo y no de la otra persona. Hay mucha dependencia, y sobre todo, cuando no hay un desarrollo personal, es cuando hay problemas de respeto, cuando alguien aguanta cosas inaguantables e inadmisibles. Hay gente que aguanta cosas que son increíbles por miedo a la soledad. Por eso de no sentirse suficientes. El miedo número uno de la sociedad es el miedo a no ser suficiente, y la consecuencia de eso es el miedo a no ser digno del amor.
Pues con el amor nos vamos despidiendo de ti, Javier, pero no sin antes, aprovechando el título de tu primera novela, preguntarte dónde te han llevado tus sueños.
Mis sueños me han llevado al principio, es decir, en mi vida he ido pasando por distintas fases. Y me di cuenta que la mejor fase de mi vida era cuando estaba haciendo cosas que tenían que ver con formación, con la ayuda a personas. Después ha habido momentos de éxito, de fracaso, de grandeza, de tener una gran vida… pero mi sueño, al final, ha sido volver un poco al inicio, y darme cuenta que todo ha llegado a través de los cursos, de los libros, de poder ayudar a otras personas… Y eso ha sido el mayor descubrimiento. Y los sueños me han llevado a conocer mucho mundo, a ver muchos países, a poder estar con mucha gente… y ver que todos buscamos los mismo. Los sueños son lo que te da la energía. El mayor sueño es conquistarse a uno mismo y ser un buen ejemplo.
El mayor sueño es conquistarse a uno mismo y ser un buen ejemplo.
Entonces, ¿estás dónde querrías estar?
No, siempre tiene que haber un punto de insatisfacción, porque si no sería como si ya hubiese llegado, y ese error ya lo cometí una vez. Hubo un momento en mi vida en que pensé: “Ya he llegado”. Y fue un desastre, porque entonces dejé de aprender y empecé a vivir cómodamente, y empezó el caos porque fui hacia atrás. Tenemos que estar siempre aprendiendo e intentando mejorar, porque ésa es una de las cosas que nos da la felicidad y el progreso personal. Siempre hay insatisfacción, porque cada día veo la barbaridad de cosas que me quedan por aprender.
Estás haciendo unos talleres que llevan por nombre Rumbo a un nuevo destino por toda España. El próximo será en Valencia el 28 de Marzo. ¿Qué puedes contar a los lectores de EPDH sobre estos talleres?
El taller es una jornada completa en un día entero, desde las 9.30 de la mañana hasta las 9 de la noche. En él intento enseñar las cosas más importantes que he aprendido y que pueden llevar a una persona a los cambios más rápidos que hay, a descubrir qué es lo que realmente está buscando, sus mayores frenos, las mayores limitaciones, los mapas mentales que le están impidiendo avanzar en la vida…
Entre otros muchos aspectos, trabajaremos los fundamentos y principios básicos de la psicología de las necesidades humanas, que nos darán las claves y ayudarán a comprender porque nos comportamos como lo hacemos, cuales son las fuerzas que dirigen nuestra vida y nuestras decisiones.
La idea es salir de allí con un plan de acción, con metas concretas, pero sobre todo con un nuevo espíritu y con la sensación de haberse conquistado uno a uno mismo. Es asombroso porque hemos tenido gente de Dublín, de Tenerife, de Almería… gente que tiene un compromiso total con aprender. Ese poder lo tiene todo el mundo, pero a veces necesitamos el empujón, alguien que nos confirme las cosas. Tenemos a nuestra disposición libros, conferencias y cursos que nos pueden ayudar a mejorar nuestra vida. Y en vez de tomar estas decisiones a veces nos pasamos la vida quejándonos. En el taller entrego un manual de más de 60 páginas que trabajamos durante el día. No es una conferencia donde yo hablo todo el rato, sino un taller de trabajo personal, donde tienes que escribir y trabajar mucho.
Aparte de estos talleres, ¿qué otros proyectos tienes entre manos?
Estoy pendiente de que salga el proyecto de hacer un documental en el Himalaya. Quiero descubrirle al mundo Mustang. Entrevistar a la gente de allí para comparar dos mundos: el que vivimos aquí y el país oculto que tienen allí, y hacer una reflexión de la vida. Porque la sociedad ha avanzado en muchísimos aspectos, y ha avanzado a tal velocidad que no somos capaces de responder a esa velocidad de cambio. El cambio nos ha pasado por encima como un huracán, con cambios sociales y políticos, pero también tecnológicos. Pero todo ese avance no siempre es progreso, y muchos de esos avances han hecho que los índices de felicidad sean menores que nunca. Entonces, ¿qué nos estamos perdiendo por el camino en todo eso? Tanto avanzar y resulta que a nivel emocional estamos peor, con más preocupaciones sobre el futuro… y resulta que tenemos estas personas a quienes no les ha llegado este impacto y están en situaciones reales de vida mucho más complicadas y duras debido al entorno, pero los índices de felicidad son mucho más altos. ¿Por qué en muchos países no existe la depresión? Porque no están condicionados por ese mercado, por la comparación. Será un documental corto que muestre un sitio distinto. Espero que este proyecto vaya adelante.
Nosotros también esperamos lo mismo. Nos gustaría poder aprender todas esas cosas. Para finalizar, ¿qué tres consejos le darías a los lectores de EPDH para que sean felices y encuentren su propio destino?
Primero que inviertan en sí mismos, que no dejen de aprender, porque gran parte de la felicidad de una persona depende de esa evolución personal. El segundo sería saber que no estamos aquí para satisfacer las expectativas de nadie; cada uno tiene que recorrer su propio camino para encontrar su propósito, y la peor de las decisiones es no tomar ninguna, no fallar. Y vivir en el presente sin pensar en el futuro. Y añado uno que es el de ser agradecidos, porque si no, nos pasamos el día pensando en lo que nos falta. El agradecimiento ahuyenta la preocupación, así que es importante.