Entrevista al psicólogo Rafael Santandreu: “Para ser feliz hace falta muy poco, simplemente la comida y la bebida del día”

    Entrevista al psicólogo Rafael Santandreu: “Para ser feliz hace falta muy poco, simplemente la comida y la bebida del día” Fotografía cortesía de Rafael Santandreu

    Entrevista a Rafael Santandreu

    El psicólogo Rafael Santandreu es actualmente el autor de no ficción que más libros vende en España. En México le llaman “el Dr. House de la psicología”, por ser muy directo y no adornarse con tecnicismos.

    Este mismo espíritu puede encontrarse en los dos libros que Santandreu ha escrito hasta la fecha: El arte de no amargarse la vida (más de 200.000 ejemplares vendidos) y Las gafas de la felicidad.

    En opinión de este psicólogo, para ser feliz hace falta muy poco: tan sólo agua para beber y algo que llevarse al estómago. Pero, desde luego, ninguna de las comodidades y falsas necesidades que muchas veces nos quitan el sueño por las noches. Así que no tiene sentido pasarse la vida lamentándose, a menos que queramos pasar por este mundo como almas en pena.

    De hecho, la filosofía de Santandreu podría resumirse en un único mandamiento: “deja de ser un quejica y conviértete en la persona que te gustaría ser”.

    El camino para conseguirlo y fluir por la vida con el viento soplando a favor no es el hippismo mental sino perseverar hasta lograr aquello que nos pide el corazón, sea lo que sea.

    A lo largo de esta entrevista, Santandreu profundiza en algunas de las escalas que exige este viaje interior y pasa revista a algunos de los conceptos que imparte en su Centro de Terapia Breve como la “necesititis”, “terribilitis” y “bastanidad”.

     

    Dices que para ser feliz no hace falta nada: la comida y la bebida del día y poco más, como solía defender el filósofo griego Epicteto. ¿Hasta qué punto las enseñanzas de este filósofo estoico que vivió gran parte de su vida como esclavo en Roma siguen siendo útiles en la actualidad?

    Lo siguen siendo al cien por cien. El ser humano continúa teniendo las mismas neuras, fortalezas y debilidades que hace dos mil o tres mil años. La tendencia a producirnos lo que yo llamo “necesititis” ha estado siempre ahí. Tenemos el defecto de trasformar deseos en necesidades absolutas. Seguramente, en la antigua Roma muchos tenían el sueño de ser senadores, mientras que ahora pretendemos otras cosas pero, en esencia, hablamos de lo mismo. La “necesititis” es muy nociva para la salud mental, porque no es cierto que para ser felices necesitemos amor sentimental, éxito, hijos, tener muchos amigos…

     

     “Tenemos el defecto de trasformar deseos en necesidades absolutas.”

     

    Me llama la atención escucharte que muchas de las auto-necesidades que nos creamos no son sólo materiales

    Las inmateriales son las peores. Hay personas que se preocupan por tener muy pocos amigos, de la misma manera que hay mujeres que sufren porque no han tenido hijos. También hay quien pide ser extrovertido, de la misma manera que tengo pacientes que desean ser respetados a todas horas o a los que les gustaría tener una vida emocionante.

     

    Pero éstas no son cosas que sea preciso curar…

    Lo son cuando la gente la gente sufre por ellas.

     

    Tengo la sensación de que, a diferencia de hace unos cuantos años, cuando la felicidad parecía asociarse a la vida en pareja, a tener hijos, a compartir cosas gregariamente, etcétera, ahora está apareciendo una nueva felicidad para solteros y singles

    Lógico.

     

    Y que tú te diriges especialmente a estas personas…

    No es cierto. Me dirijo a todo el mundo, y no solamente a estas personas. También hay muchísima gente que está mal en pareja. Estadísticamente debe de haber más personas que están mal viviendo en pareja que solteras.

     

    No me extrañaría. Te lo comento porque ser individualista cotiza al alza. Cada vez más personas acaban solas, rodeadas de electrodomésticos y de tecnología, pero solas. De alguna forma, hasta parece que se nos incite a ello. Ya sabes lo que dice el anuncio del iPhone 6: “eres más poderoso de lo que crees”. Y no te hablaré ahora de la República Independiente de Ikea ni de lo contenta que está Mercadona con el éxito de los briks individuales. Sin embargo, hace unos cuantos años una persona que se fuera a vivir sola era consideraba una ermitaña, de la misma forma que el mono que se apartaba de la manada era calificado de loco. Hoy día, en cambio, parece que ser single sea estupendo y que no haya mejor cosa que ello. Tanto se ha positivizado el término que los cuatro o cinco millones de singles que hay en España lucen su condición orgullosos, como si los demás tuviesen que aprender de su independencia y no al contrario. ¿Qué dirías de este fenómeno?

    Que está muy bien que pase esto. Lo que está sucediendo es que ya no sólo el estamento del matrimonio está desmoronándose, sino también el estamento de la vida en pareja. ¿Y sabes por qué? Porque en realidad no funciona. La gente no debería estar toda su vida en pareja. Se trata de una aberración contra natura. Los mamíferos superiores, por ejemplo, no están toda la vida con una misma pareja. Somos personas sexual y afectivamente curiosas a las que nos gusta cambiar. Ahora, cuando la mujer ya no es propiedad del hombre y las parejas viven en libertad, esta forma de funcionar ya no se sostiene. Se aguantaba antes, cuando el hombre no tenía el mandato de monogamia y podía tener tantas amantes, a diferencia de la mujer. Porque no sólo está la figura del single, sino también del separado. Dentro de unos años, el 80% de las personas serán separadas o singles y solo un 20% vivirá en pareja.

     

     “La gente no debería de estar toda su vida en pareja. Se trata de una aberración contra natura.”

     

    Sea como sea, hoy día parece triunfar una idea romántica que estuvo muy de moda en el siglo XIX, con los grandes exploradores: que hemos de disfrutar nuevas experiencias. Y que una de las mejores formas de hacer todo esto es viajar a terrenos desconocidos. La reflexión que te haría es que esto parece encajar muy bien con el consumismo, que nos recuerda a cada instante que para ser felices hemos de consumir tantos productos y servicios como nos sea posible. ¿Crees que esta mentalidad consumista se está trasladando también al sexo y a las relaciones afectivas?

    No sé… En todo caso, es preferible al modelo de pareja que hemos conocido.

     

    En ocasiones pides a tus clientes que se visualicen siendo muy felices viviendo en la indigencia. ¿Qué pretendes con este ejercicio?

    Que entiendan que necesitan muy poco para sentirse bien con la vida. En realidad, para que una persona esté en disposición de ser feliz únicamente le hace falta la comida y la bebida del día. El imaginarse como un indigente ayuda a sacarse de encima muchas de estas tensiones absurdas e inventadas. Pero para esto has de darte cuenta de que no te hacen falta necesidades que te estás inventando continuamente porque, si no lo haces, el trabajo y la necesidad de ganarte la vida te pueden generar unos niveles de estrés muy altos.

     

     “Para ser feliz hace falta muy poco, simplemente la comida y la bebida del día.”

     

     Defiendes que no hace falta trabajar para ser feliz.

    Exacto. Nadie necesita el trabajo para ser feliz.

     

    ¿Y de que más hay que desprenderse?

    De facto, no hay que desprenderse absolutamente de nada, sólo de las ideas que nos perjudican. La salud mental se juega en el terreno de las ideas, no en el terreno de facto. De lo que se trata es que de que puedas renunciar mentalmente a todo lo que posees, pero no necesariamente de facto. Es decir, que asumas profundamente que si por cualquier cosa tuvieras que renunciar a todo lo que posees no pasaría nada, aunque al final no renuncies. Yo puedo disfrutar de una casa de un millón de euros pero sabiendo que no la necesito y que si no la tuviera tampoco sería algo tan terrible.

     

    Algunos sociólogos sostienen que la felicidad posmoderna es el yoísmo, el vivir para uno mismo, caiga quien caiga. Tú también pareces defender en tus libros esta forma de ver las cosas. Dime una cosa, ¿esta idea del hombre hecho a sí mismo, del self-made men o de la self-made woman, no es muy norteamericana?

    Sí, pero los norteamericanos se refieren a otra cosa. Ellos se refieren al trabajo y no a las emociones. En cambio, algunas de las cosas que digo sobre la necesidad del desapego las puedes encontrar en Diógenes o en Epicteto o en los filósofos griegos, o en el mismo Buda o en Lao-Tsé… Diógenes, por ejemplo, vivía dentro de un tonel, así que imagínate lo individualista que era que no le importaba la opinión de los otros. Por eso le llamaban cínico, un término que viene de la palabra griega kynós, que significa “perro”, pues fue el estilo de vida despreocupado y desarrapado de los cínicos lo que les llevó a ganarse el apodo. Diógenes se calificaba a sí mismo como un perro porque no le importaba la opinión de los demás. Alguien me podría decir: “es que era muy individualista”. Pero es que saber que no necesitas a los demás para ser feliz es fundamental porque, si no, dependes de ellos y no haces un buen uso de las emociones. Lo ideal es no depender ni de tu pareja, ni de tu madre, ni de tus amigos. ¡Esto es fantástico! Esta mañana he estado con una paciente que me dicho: “ostras, Rafael, es que mis dos hijos no me soportan. Pero es que mi madre tampoco me soporta y mi marido casi lo mismo, lo que me hace sentir fatal”. Simplemente le he comentado a esta paciente mía que no se preocupe tanto y que intente buscar a los millones de personas maravillosas que hay en el mundo. También le he dicho que hay personas que han nacido huérfanas y que han conseguido ser muy felices tras haber sabido buscarse la vida por otro lado. A mí esta clase de individualismo me parece muy bien. Ahora, si me dices que la gente se aísla porque no sabe compartir, entonces hablamos de otro tema. Es verdad que cada vez sabemos compartir menos porque cada vez somos más neuróticos. Cuando uno no está bien consigo mismo tampoco puede estar bien con los demás.

     

      “Saber que no necesitas a los demás para ser feliz es fundamental porque, si no, dependes de ellos.”

     

    ¿El “te quiero pero no te necesito” formaría parte de esta filosofía?

    Totalmente. Fíjate si está mal entendido el amor que, si pones la radio, lo más seguro es que te salga una canción de amor, pues son las más habituales, que diga algo así como “sin ti yo muero”. Éste es el típico amor neurótico... Pero resulta que sin ese amor puedes hacer cosas también maravillosas en la vida, en lugar de morir. ¡Ésta sería la forma correcta de pensar! En cambio, nos cantan lo contrario. Por eso no es raro que la gente desarrolle una idea del amor completamente opuesta a la que necesitamos, porque es la que nos han vendido desde que éramos pequeños. El buen amor sería decirle a tu pareja: “cariño, te quiero mucho, pero no te necesito nada, y yo quiero que tú me quieras, pero que tampoco me necesites”.

     

    Si yo, aquí y ahora, decidiera ser más feliz de lo que he sido hasta la fecha… ¿por dónde debería empezar?

    Por darte cuenta de que, en realidad, ya tienes todo lo que te hace falta para ser feliz, que no necesitas nada más.

     

    ¿Qué significa que ya lo tengo todo?

    Pues que ya tienes suficiente dinero, amigos, amor y salud para ser feliz y tener una vida maravillosa.

     

    O sea, que lo me haría falta es darme cuenta de ello y “empoderarme”, por utilizar una palabra de moda.

    No uso este concepto. Además, no es necesario “empoderarse”.

     

    ¿Qué diálogo racional debería mantener conmigo mismo para lograr este objetivo?

    Tendrías que dejar de quejarte por lo que te falta o no tienes y apreciar y valorar lo que posees y no te das cuenta.

     

    Esto me recuerda el libro Los cuatro acuerdos, cuando el autor dice que al hablar mal del mundo que te rodea también te manchas a ti mismo.

    Bueno, es parecido. Él habla más de quejarse de los demás mientras que yo lo llevo a quejarse en general. Por ejemplo, cuando dices “menudo asco de tráfico”, estás sembrando emociones negativas. Hay que evitar quejarse por cualquier cosa, pero no un día en concreto, sino todos y cada uno de los días del resto de tu vida. Un buen ejemplo es Stephen Hawking cuando dice: “mi filosofía personal se basa en lo siguiente: quejarse es inútil y una pérdida de tiempo. No lo pienso hacer”. Muchos psicólogos cognitivos pensamos que este tema es clave. Todas las neurosis se pueden resumir en quejas y más quejas. Es muy importante cuidar lo que pensamos para sentir diferente.

     

    "Es muy importante cuidar lo que pensamos para sentir diferente." 

     

     

     Es decir, que las emociones vienen determinadas por los pensamientos…

    Eso es. Siempre digo que para deprimirse hay que esforzarse mucho. ¿Cómo? Pues teniendo una lógica, una manera de pensar, que te lleve a la depresión, porque si no insistes mucho en ese tipo de pensamientos negativos, no lo vas a conseguir. En realidad, es difícil deprimirse, lo que pasa es que muchas veces no nos damos cuenta que nos hemos esforzado de lo lindo para acabar así. Muchos de los pensamientos que nos llevan a la depresión son irracionales. Por eso es tan importante cambiar el diálogo interno y lo que te dices a ti mismo todos los días.

     

    Entrevista-Rafael-SantandreuPorque… ¿cuál es el arte de no amargarse la vida?

    Es quitarle importancia a todo lo que te llevas entre manos. En realidad, le damos demasiada importancia a las cosas. Sentir presión no sirve de nada. Nos damos tanta importancia que muchas veces se nos olvida disfrutar.

     

    En algunas de tus charlas citas al budismo. ¿Qué podemos aprender de esta doctrina?

    En las terapias que imparto hay varios puntos de coincidencia con el budismo. Por ejemplo, la idea de que no hay que desear en demasía. Nos hemos de dar cuenta de que todo es impermanente y que un día tienes unas cosas y al día siguiente otras distintas, pero que esto no quita para que podamos ser felices igualmente. La felicidad está en el interior de nosotros mismos, en la forma en la que valoramos las cosas, en los propios pensamientos. En uno de mis libros hablo del mono loco al que has mencionado anteriormente. Los budistas creen que muchas personas tienen la misma mentalidad que el mono loco que va de rama en rama sin parar. En realidad, ese mono va buscando la mejor rama: donde hace más sol, donde hay más frutos, donde hay mejores vistas. El budismo viene a decir que puedes estar feliz en cualquier lugar, que todo depende de darse cuenta de que necesitamos muy poco. También tenemos mucho miedo a las pérdidas cuando el budismo nos enseña que todo es pasajero. Está muy bien que sea así, porque si no la vida sería aburridísima. Por último, el budismo también es una escuela cognitiva de psicología. Fíjate que se dice que cuando Buda alcanzó la iluminación en un parque de la India caminó hacia sus discípulos y lo vieron diferente. “Gautama… ¿qué te ha pasado?”, le dijeron. Y Sidarta Gautama respondió: “es que he alcanzado la iluminación: ahora os lo explico”. Y a continuación sus discípulos alcanzaron también la iluminación de golpe al comprender sus enseñanzas.

     

    ¿Qué fue lo que les explicó Buda a sus discípulos?

    Lo que te acabo de contar: que ya lo tenemos todo para ser felices. 

     

    ¿Por qué dirías que la felicidad interesa tanto últimamente? ¿Porque cada vez hay más infelices?

    Seguro.

     

    ¿O porque hemos dejado de creer en el más allá y ahora creemos en el más acá, lo que nos exige tener una especie de religión laica llamada “felicidad de ir por casa”?

    No creo que sea por esto segundo. Pienso que la felicidad hoy interesa tanto porque, efectivamente, cada vez hay más infelices. Es cierto que las religiones tienen una serie de contenidos que, cognitivamente hablando, son benéficos desde el punto de vista psicológico, como la creencia en el más allá, pero no lo suficiente como para dejar de ser neuróticos. Los creyentes que viven en el siglo XXI no están exentos de padecer neurosis, ni mucho menos.

     

    Antes te has referido a la “terribilitis” y me has venido a decir que “nada es terrible si queremos ser fuertes”. Me gustaría que me dijeras algo sobre otros dos conceptos made in Santandreu: la “necesititis” y la “bastantidad”.

    La “bastantidad” es decirse en cada momento que uno tiene suficiente con lo que tiene. Por ejemplo, imagínate que te deja tu mujer. Se trata de pensar que sigues teniendo bastante con el amor que dan tus padres, tus hermanos, tu familia y tus amigos. O que te despiden del trabajo y piensas: “pero si yo tengo bastante con lo que tengo ahorrado”. O te pones enfermo de algo y dices: “pero bueno, si yo tengo bastante con el resto de mi salud”. O pierdes un brazo y te dices: “pero si yo tengo bastante con el resto de extremidades que me quedan”. Las personas más fuertes tienen esta cualidad que yo llamo “bastantidad”.

     

    Dices que la comodidad jamás ha dado la felicidad, que hay que cambiar de chip. “Si no, la necesidad de comodidad seguirá creciendo”, avisas.

    Sí.

     

     “La comodidad jamás ha dado la felicidad, hay que cambiar de chip.”

     

    Hasta el punto de que en ocasiones das a tus pacientes un ejercicio que llamas “ricas dosis de incomodidad”. Explícame en qué consiste.

    Sobre todo receto este ejercicio a los cascarrabias, a las personas a las que les molesta todo: cualquier ruido del vecino, incluso el ritmo con que algunas personas van caminando por la calle. Cuando alguien se vuelve hipersensible a cualquier incomodidad, lo que necesita es darse cuenta de que le da demasiada importancia a la comodidad. Para que estas personas se den cuenta les doy una serie de deberes semanales para que se autoapliquen pequeñas dosis de incomodidad.

     

    Como por ejemplo…

    Ir a trabajar andando, aunque les cueste una hora y media llegar, en lugar de coger el coche, la moto, el metro o el autobús. 

     

    Otro ejemplo.

    Quedarse toda una noche despierto para adelantar algo de trabajo, pese a no ser necesario.

     

    ¿Qué utilidad tiene este segundo ejercicio?

    No dar tanta importancia a dormir un número equis de horas por la noche.

     

    Un tercer y último ejemplo…

    Estar en supermercado y elegir la cola más larga. El ejercicio consiste en darse cuenta de que es posible ser feliz en la cola más larga, avanzando trabajo por la noche o yendo andando a tu lugar de trabajo mientras escuchas música o meditas. Y también descubrir nuevos placeres. Aunque se nos ha convencido para que pensemos lo contrario, mucha comodidad puede acabar siendo un peñazo, de la misma forma que un poco de comodidad siempre es interesante.

     

    Muchas veces pones de ejemplo al fotógrafo Robert Capa. ¿El mensaje es que hay que vivir cada día como si fuera el último, sin miedo, de forma trepidante y aceptando la fugacidad de la vida?

    Sí, exactamente, es eso. Un concepto que va muy bien y que yo me intento aplicar a mí mismo es pensar, como hacían los antiguos egipcios, que morimos al final de cada día para renacer al día siguiente. Cada día las cartas que tenemos son diferentes y esto no tiene por qué impedirnos disfrutar. La clave es vivir el momento presente en vez de estar preocupándonos por el futuro o recreando malestares del pasado.

     

    El centrarse y fluir con el momento presente es uno de los pilares del coaching.

    Centrarse en lo que estamos haciendo en cada momento es uno de los puntales del budismo zen. También Pitágoras hablaba de ello.

     

    ¿Y cómo consigues parar la mente? ¿Exclamando “¡momento presente!” cuando notas que la cabeza se te fuga hacia delante o hacia detrás, como proponen algunos gurús del coaching?

    Insisto: esto se viene haciendo desde hace 4000 años con el budismo zen. En muchos monasterios algunos monjes adiestraban a sus discípulos propinándoles un escobazo al grito de “¡momento presente!” Esto se sigue haciendo en los monasterios zen. Yo lo hago poniéndome pos-its en el escritorio. Por ejemplo, antes de mantener esta entrevista me puedo poner papelitos con recordatorios en los que se lea “disfruta de la entrevista con Antonio Ortí”, “concéntrate”, “ponle pasión”… la vida se juega en el momento presente, en la conversación que estamos manteniendo ahora mismo, y no en el informe que tengo que hacer más tarde. Y si la entrevista dura un poco más de lo que habías previsto y esto te lleva a hacer menos cosas de las que habías pensado, pues no pasa nada, porque la vida no es una carrera. Cada cosa tiene su momento. Esto es muy importante.

     

    ¿El haber escrito Las gafas de la felicidad y El arte de no amargarse la vida te ha servido para ser una persona distinta en algún sentido?

    En realidad, no. Piensa que esto yo ya lo había estudiado y llevaba tiempo aplicándoselo a la gente y a mí mismo. En cambio, cuando me apliqué esta psicología hace diez años sí que me cambió la vida rotundamente.

     

    ¿Cómo te gustaría despedirte de los lectores de El Portal del Hombre?

    Les diría dos cosas. La primera es que es posible cambiar de forma radical la manera de ser. Podría aportar un montón de testimonios en este sentido. Al hablar de este tema acostumbro a citar a María Luisa Merlo, la actriz madrileña. En su libro Cómo aprendí a ser feliz (Ed. Librería Argentina), Merlo confesó que nunca fue una persona equilibrada y que sufrió muchos trastornos emocionales que la llevaron a consumir drogas recreativas y a auto-prescribirse fármacos: pastillas para dormir, pastillas para espabilarse, pastillas para todo. Sin embargo, realizó una terapia que la llevó a cambiar totalmente. Todos podemos hacerlo. ¡Tenemos que saber que cambiar radicalmente es posible! Merlo dice una cosa muy bonita en su autobiografía: “a la edad de 50 años aprendí a ser feliz”.

     

     “¡Tenemos que saber que cambiar radicalmente es posible!”
     

    ¿Y la segunda cosa?

    Que cambiar es cuestión de perseverancia. Hace poco di una conferencia en Málaga. Al finalizar, una persona levantó la mano para intervenir y me comentó que le habían gustado mis dos libros y que durante un mes consiguió cambiar de forma de ser, aunque luego volvió a las andadas. Yo le dije que no se preocupara por lo que había sucedido luego, sino que se centrara en este mes en el que consiguió dejar atrás sus manías y complejos. Y que intentara replicar este mes tantas veces como fuera necesario, porque lo más importante ya lo había descubierto: que es posible cambiar. El objetivo es intentar cambiar tantas veces como sea necesario, hasta que el cambio se convierta en persistente. La práctica lo demuestra: con trabajo y perseverancia es posible cambiar cualquier estado mental o situación.

     

    Libros de Rafael Santandreu

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