Vacaciones en pareja: ¿Billete directo al terapeuta?
Pros y contras de las vacaciones en pareja
Digámoslo sin rodeos: la convivencia veraniega provoca que muchas parejas se saquen de quicio mutuamente.
Durante el año, las horas de trabajo y las rutinas cotidianas hacen de parapeto frente a las diferencias de carácter, el aburrimiento y el tiempo ocioso.
Estar de vacaciones supone incrementar el tiempo de convivencia, y ello pone en bandeja las ocasiones para la discusión.
El caso de Alberto y José
Alberto y José únicamente discutían en periodos vacacionales. “Durante el año vamos tan liados que no nos da tiempo”, decían.
Vivían en armonía 11 meses al año, pero era encontrarse libres de obligaciones y todo podía saltar por los aires a la mínima.
“Nuestras vacacione se parecen un poco al programa Pekín Express, en el que los concursantes, cargados con su equipaje a cuestas, se ponen a prueba en una contrarreloj por llegar los primeros al objetivo que tienen marcado. Muchos de los participantes acaban gritándose y enemistados por esa convivencia bajo presión. A nosotros nos pasa un poco así”, confesaban.
La rutina de las vacaciones
No obstante, son las parejas con hijos pequeños las que tienen durante el verano la mayor prueba de resistencia.
Los niños disfrutan de sus vacaciones de verano durante más de dos meses. Para que ello sea posible, sus padres deben ser capaces de hacer malabarismos para atenderlos.
Hay afortunados que echan mano de abuelos bien dispuestos a ayudar, pero, aun así, se trata de hacer encaje de bolillos: enlazar las semanas de vacaciones para que siempre esté uno de los padres con ellos y que, encima, al final quede una semana para poder coincidir juntos.
No obstante, en esta planificación milimétrica vacacional y con los niños como prioridad, muchas parejas se olvidan de que ellos también se deben ocupar un poco de su propio vínculo.
Si no se reserva un tiempo para estar a solas, para sexo y erotismo placentero, para conversaciones con una copa de vino en la mano mientras los niños están entretenidos en otro sitio, una pareja termina siendo un mero equipo para compartir obligaciones.
Encontrar un equilibrio entre obligaciones y placer es fundamental. Esto será más sencillo para parejas sin hijos o para las que, teniéndolos, puedan descargarse en ocasiones de su cuidado.
Tengamos en cuenta que de nada sirve tener unos hijos bien cuidados si al final terminamos perdiendo a nuestra pareja por descuido.
En las parejas que esto sucede, todo suele estallar cuando llega septiembre: “Me quiero separar”. Y, naturalmente, el otro le responde: “¿Vas a romper la familia porque te quieres separar? Vayamos primero a terapia de pareja”.