Todos alguna vez hemos tenido esa sensación de hacernos pequeñitos ante algo o ante alguien. Cuando admiras o valoras las cosas que otros han conseguido, sin darte cuenta te acecha la duda de si tú también lo conseguirás.
Y detrás de esa duda se esconde ese miedo a no ser capaz, a no ser suficiente.
Miedo a no ser suficiente
Este miedo surge por la maldita tendencia a compararnos con los demás. Lo hacemos de una forma automática, sin ser conscientes de ello.
Cuando te enfrentas a una entrevista de trabajo, es muy probable que los pensamientos que aparezcan sean del tipo “madre mía con la de gente que hay, seguro que están más preparados que yo”, “no creo que mi perfil sea suficiente para ese cargo”, “seguro que yo no valgo, ese trabajo es para gente más joven, más cualificada, más experimentada, con más experiencia…”.
Existen personas con perfiles profesionales increíbles, que siguen pensando que les falta formación, que les falta experiencia, y no se atreven a dar el paso de lanzarse.
Cuando hablas con ellas te cuentan un sinfín de justificaciones que se repiten a sí mismas para no aceptar que detrás de todo eso se esconde el miedo a no ser suficiente.
Y todo ello viene porque se comparan de manera injusta con quienes llevan años haciendo aquello que ellos quieren hacer.
Hay que ir paso a paso y ser paciente, pero de nada sirve marcarse unas expectativas irreales y luego sentirnos decepcionados si no lo conseguimos.
La sociedad, las costumbres, el ritmo de vida que llevamos nos lleva a que a menudo la idea que teníamos de lo que debíamos haber conseguido no se ajuste a las expectativas que la familia, los amigos o que incluso tú mismo habías pensado durante años.
¿Qué pasa si tienes 40 años y no te has casado, no has tenido hijos y no tienes un trabajo estable, un piso propio y un coche familiar?
Que no has alcanzado todo aquello que se esperaba de ti, que no has cumplido con lo establecido y a no ser que te hayas ocupado de crecer como persona y valorar lo realmente importante, estás condenado a vivir con la odiosa sensación de no ser suficientemente bueno y esto te causará verdaderos estragos emocionales.
Miedo a no ser amado
Cuando tú mismo tienes un concepto infravalorado de tu persona, cuando tú mismo convives contemplando tus carencias y poniendo la atención en todo lo que te falta, en lo que no has alcanzado, corres el riesgo de hacerte cada vez más pequeño y acabar por creerte que no eres merecedor de lo bueno.
Y es entonces cuando piensas que no estás a la altura de otras personas, y te encuentras con el miedo que subyace al anterior: el miedo a no ser amado.
¿Cuántas personas viven con la inseguridad y la creencia de no ser lo suficientemente atractivas para aspirar al hombre o a la mujer que les gusta? Personas que entienden que para ser atractivo hay que TENER un buen físico, una determinada condición social, unas determinadas posesiones, etc.
En lugar de pensar que para resultar atractivos en realidad hay que SER una persona segura, auténtica, honesta, congruente, que se ama y se respeta a sí misma.
Hay quien piensa que para tener pareja, o para ser padre tienes que haber conseguido ciertas cosas en la vida, sino no será capaz de dar felicidad a otra persona.
Una vez más anteponemos lo material, los logros y los resultados a la parte humana de nuestra condición como personas.
Hay quien piensa que para ser amado se debe de estar a la altura de lo que tienen otros, sin darse cuenta de que para ser amado no tiene que hacer otra cosa más que amar.
Condicionados por el ambiente
En psicología a menudo se recurre a la pregunta: ¿la causa es genética o ambiental? Pues en este caso es puramente ambiental, ya que al nacer todos somos merecedores de atención, nadie tiene que hacer nada especial para ser amado.
Y por supuesto los miedos no vienen en el ADN sino más bien es el entorno quien nos los enseña.
La mejor manera de acabar con estas inseguridades es educar a los niños desde pequeños a comprender y a construir una fuerte autoestima y fomentar la confianza en sí mismos.
Y por supuesto no condicionar sus valoraciones personales a los resultados, ni a las expectativas que los estándares nos imponen.
Enseñarles a los más jóvenes a no moverse por lo material, por las apariencias o por las opiniones de los demás.
Valorar y reforzar lo que consiguen, sin condicionar vuestra atención o cariño a los resultados para evitar que crezcan creyendo que sólo si ganan o si aprueban serán dignos de ser queridos.
Simplemente se tú mismo
Nadie es feliz aparentando ser algo que no es. Quienes se inventan un disfraz para gustar, para ser aceptados, para despertar interés o para parecer atractivos viven con un vacío interior, viven sin saber lo que es vivir, por ese miedo a no ser suficiente, por no creerse merecedores del amor de los demás.
Así que simplemente sé tú mismo, no necesitas nada que no sea tuyo, y solo es tuyo aquello que llevas dentro. No necesitas alcanzar nada para ser feliz, sé feliz y no habrá nada que no puedas alcanzar.