Mi nombre es autenticidad

    Mi nombre es autenticidad © Depositphotos.com/Yuriyzhuravov

    Acostumbramos a vivir en la comodidad del personaje de supervivencia (coping persona), se nos hace difícil convencernos de que afuera se estará mejor.

    El miedo usa sus razonamientos seductores para animarnos a que nos quedemos en la seguridad de los límites conocidos: “mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer”, o “más vale una mala relación que estar solo”.

    Mi nombre es autenticidad

    “Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es”. Jean Paul Sartre (1905-1980) Filósofo y escritor francés.

    Poco a poco, nos acostumbramos a “estar abajo”, manera eufemística de decir que uno se acostumbra a sentirse inferior, yendo por la vida como pidiendo perdón por molestar y permiso para existir.

    La inferioridad no conviene a nadie, crea muchas molestias e incluso dolencias en el cuerpo físico (dolores de espalda de tanto encorvarse uno ante la vida o ante los demás, en una manera simbólica de mostrar el sentimiento de inferioridad).

    De tanto repetir un comportamiento, éste se convierte en anclaje.

    Se pide permiso porque se tiene miedo al castigo

    En el caso de las personas que se relacionan entre ellas usando “el palo y el caramelo”, o sea, el premio y el castigo, el centrarse en la búsqueda del premio implica que cada miembro de la pareja debe tratar de adivinar qué quiere el otro, cómo puede contentarle y no contrariarle.

    Nadie parece querer el ostracismo. Paradójicamente, el auto-ostracismo está sumamente extendido.

    Las personas se auto-castigan al obligarse a ser, comportarse, fingir, pensar o decir lo que no es su verdad o lo que no se ajusta a su escala de valores y principios.

    En las escuelas no enseñan a ser fiel a uno mismo ni a ser sincero ni auténtico: la autenticidad es tildada de peligrosa.

    Desilusionamos a muchos. Cuando alguien se ha prefijado una expectativa respecto del otro, con toda probabilidad se le desilusionará.

    Aunque tratase de agradarle, no lo lograría. El énfasis se pone en agradar: esperar que los demás nos agraden, así como dedicarnos a agradar al partner.

    Resultado: baja resistencia a la frustración

    La gente se cabrea sobremanera con los otros. Y nosotros con ellos.

    Nos enfadamos con el Gobierno, con la persona que nos atiende en el supermercado, con el paciente, con el cliente, el cliente con el tendero, el profesor con el alumno, el esposo con su esposa, la esposa con el esposo…

    Formamos una cadena de desilusión.

    La frustración sólo trae soledad, amargura y auto-ostracismo. Seguro que te ha sucedido más de una vez que, sin tú saber por qué, alguien te ha retirado el saludo o le ha hablado mal de ti a otra persona.

    Puede que le contrariases y que tú lo ignores. Puede que tratases de complacerle y, a pesar de los esfuerzos, te llevaras el mismo premio que si hubieses optado por ser auténtico y fiel a tus principios.

    Es lo que tiene no acoplarse a las expectativas del otro, o no adivinarlas. Puestos a recibir castigos de ostracismo, lo más sensato y productivo es dedicarse a quedar bien con uno mismo.

    Al menos, al proceder de esta manera nos quedará la satisfacción de habernos ajustado a la sinceridad y a la honestidad. Si sembramos congruencia, a la larga los beneficios serán inmensos.

    Consecuentemente, no dejes la gestión del liderazgo de tu propia imagen corporativa en manos de los demás. Las personas somos productos y empresas con conciencia y libre albedrío, lo cual, en ocasiones, añade dificultad a la tarea, y, en cambio, otras la facilita.

    Atrévete a decidir cómo quieres que los demás te perciban. Mi recomendación profesional es que te encargues tú de ello, y te contrates como manager de tu propia campaña.

    ¿Cómo quieres que te perciban los demás?

    ¿Qué memoria quieres que guarden de ti en sus archivos? Si estás convencido de que no puedes influenciarles, o de que hagas lo que hagas dará igual, en lugar de hacer por hacer reflexiona acerca de las consecuencias potenciales que esta postura puede tener.

    En general, puedo asegurarte que una de las consecuencias será que siempre estarás a merced de los designios y caprichos de los demás.

    Ahora bien, si por el contrario quieres sentirte a gusto en tu piel, te sugiero que te emplees a fondo en averiguar lo siguiente: qué quieres pensar de ti, cómo quieres percibirte y qué imagen quieres proyectar.

    La honestidad, a la corta, puede que no te abra puertas, pero a la larga te abrirá las del Olimpo.

    Cuando logremos que alguien confíe en nosotros porque interiorice que somos de fiar, leales, personas cuya honestidad, sinceridad y autenticidad son ciertas, habremos conseguido nuestro mejor valedor y fan incondicional.

    Asimismo, un camino de paz interior se abrirá dentro de nosotros, y ya nunca más estaremos solos. El mayor de los beneficios es que serás capaz de darte cuenta de quién te aprecia de verdad, reconoce y honra al ser que eres.

    Al igual que serás capaz de desenmascarar a quien no te valora ni te aprecia y quizá tan solo busque aprovecharse de ti, o a aquel que se relaciona contigo por lo que representas (cargo, posición social, fama...), no por el ser humano que eres.

    Al final del camino vital, sólo está uno y su conciencia. ¿Cómo te quieres sentir esta noche cuando te vayas a dormir? ¿Cómo quieres despertar mañana?

    No te calles ante el insulto y la falta de respeto de tu jefe, de tu cónyuge, de un amigo, de un cliente o de alguien que se relacione contigo, ya sea temporal o habitualmente. Una advertencia: no esperes halagos, parabienes, o felicitaciones.

    Muy al contrario, prepárate para la artillería pesada de la culpabilidad, pues no les complacerá que les pongas límites.

    Quienes acostumbran a ir por la vida sin ese tipo de límites, es decir, sin respetar a los demás o tratándolos como si fuesen objetos en lugar de personas, suelen andar escasos de responsabilidad, respeto, lealtad e inteligencia.

    Eso produce que estén a cero en empatía: al no ponerse en el lugar de ellos mismos, no pueden ponerse en el tuyo. La empatía bien entendida empieza por uno mismo. Asimismo, esperarán que tú asumas la responsabilidad derivada de sus comportamientos.

    Ellos no lo harán, pues tienen por costumbre transferírsela a alguien externo. 

    Fórmula para potenciar la autenticidad

    Recuerda practicar todos los días un poco de esta fórmula “potencia autenticidad”:

    - No negocies nunca a la baja.

    - No toleres que te ninguneen, te falten al respeto o se aprovechen de ti. Aquello que permites es lo que promueves.

    - Exprésate.

    - Haz aquello en lo que creas.

    - Renuncia a lo que no te sirve.

    - Muéstrate tal como eres.

    - No quedes bien con nadie que no seas tú.

    - Atrévete a vivir en sinceridad.

    - Nada ni nadie en el mundo se merece que pagues el precio de vivir una vida escondiendo de tu verdadero carácter en una personalidad de supervivencia (coping persona).

    - Rompe la camisa de fuerza y apuesta por el valor de la autenticidad.

    © Rosetta Forner

    Consultas online Coaching Rosetta

     

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