La empatía II: cada persona es única
La empatía tiene que ver con ponerse en los zapatos del otro para poder entender cómo piensa, cómo siente y por qué y para qué hace las cosas.
Ahora bien: eso no quiere decir que haya que estar de acuerdo con esa forma de pensar o de actuar; simplemente hay que aceptarla.
Aunque a veces no nos guste, los demás tienen derecho a ser quienes son y a ver las cosas de otra manera.
Ser empático no significa dejar de lado nuestras ideas o convicciones para adoptar las del otro, sino aceptar las suyas sin renunciar a las nuestras.
Por ejemplo, puedes ayudar a una amiga a organizar su boda aunque tú estés en contra del matrimonio porque sabes que para ella es importante, o puedes entender que alguien gaste sus ahorros en un coche carísimo porque es el sueño de su vida aunque tú preferirías gastarte ese dinero viajando.
Lo importante aquí es ser capaz de ver el mundo desde la perspectiva del otro, saliéndonos de nuestro propio mapa y aceptando la posibilidad de que los demás no sean iguales que nosotros ni tengan nuestros mismos gustos, intereses, ideales, creencias, etc.
Adaptar el mensaje al interlocutor
Esto me lleva a la importancia de tratar a cada individuo como un ser único.
La mayor expresión de empatía la vemos en quien es capaz de adaptar su lenguaje, su comportamiento e incluso su emoción a la persona que tiene delante, entendiendo cuáles son sus necesidades, cuál es su situación y cuál es su prioridad.
Unos buenos ejemplos de esto serían los del maestro que entiende que no puede exigir lo mismo a todos los alumnos o el del médico que sabe que cada paciente es diferente: uno puede querer tener mucha información sobre el diagnóstico y otro puede preferir no saber nada.
Estamos acostumbrados a oír aquello de “haz lo que quieres que te hagan” o “trata a los demás como te gustaría que te tratasen a ti”.
Eso está muy bien para las personas que comparten contigo ciertas creencias o formas de ver el mundo, pero ¿qué pasa con las que no tienen los mismos gustos que tú?
Tal vez el mejor regalo que te podrían hacer a ti es un viaje a un balneario para relajarte, y en cambio puede que tu mejor amiga tenga un concepto del relax bien distinto al tuyo y prefiera lanzarse en paracaídas o descender barrancos para quitarse el estrés.
Una vez más, prevalece el título de este artículo: cada persona es única, y como tal hay que tratarla.
No hay formas universales: cada persona es un mundo
Así que ya sabes: lo que te funciona para una persona puede que no te funcione para otra.
Incluso podemos ir un paso más allá: lo que en un momento dado funciona con una persona puede que en otro momento a esa misma persona tampoco le sirva.
Por ejemplo, puede que a tu pareja le encante que le sorprendas llevándola a cenar a un sitio nuevo cada semana, pero puede que hoy prefiera una cena romántica en casa.
Lo importante aquí es que sepas atenderla, escucharla y así saber qué opción le hará sentir mejor en esta ocasión.
La empatía es el ingrediente fundamental para tener éxito en nuestras relaciones sociales.
Tal y como te explicaba en mi artículo sobre Inteligencia Social, los humanos somos seres sociales que necesitamos de los demás para conseguir nuestros objetivos y satisfacer nuestras necesidades de afiliación.
Los comportamientos tóxicos tales como atacar o criticar a los demás, dar consejos no deseados, discrepar por sistema, buscar a toda costa la aprobación de los demás, alardear o hacer comentarios inoportunos destruyen la empatía.
Las personas con falta de empatía
Las personas con falta de empatía son aquellas que sobreponen sus propios intereses a los de los demás. Además, suelen tener rasgos narcisistas y viven centrados en ellos mismos.
Cuando esta característica es llevada a su extremo hablamos de rasgos psicópatas, o sea, individuos incapaces de sentir compasión, amor o piedad.
Si aprendemos a leer los estados emocionales de los demás -o lo que es lo mismo, si desarrollamos nuestra capacidad de empatizar con los otros-, la calidad de nuestras relaciones aumentará notablemente.
A todos nos gusta que nos entiendan y se pongan en nuestro lugar, sobre todo cuando no estamos en un buen momento.
Lo mejor es no dar nunca nada por supuesto y no tender a generalizar a partir de lo que para nosotros es obvio, sino aprender a valorar lo que hace especial a los demás y tratarles como seres únicos.