Queja vs. Agradecimiento
Pasamos gran parte de nuestro tiempo enfocados en todo eso que no se ajusta a la visión que tenemos de una vida perfecta.
Navegamos con el flujo de la vida quejándonos amargamente de todo aquello que no cuadra con nuestro mapa del mundo.
Y, sin embargo, cada vez que nos quejamos perdemos la oportunidad de agradecer todo lo que sí va bien en nuestra vida. Date cuenta de algo: cuando estás en la queja, no estás en el agradecimiento.
Estas dos acciones son las dos caras de una misma moneda, las dos visiones de un mismo mapa.
Si me quejo porque hoy está lloviendo, no estoy agradeciendo que tengo un paraguas con el que protegerme del aguacero.
Si me lamento por el poco tiempo que me deja el trabajo, no agradezco que, por fin, estoy dedicándome a lo que me apasiona.
Si me enervo mirando el reloj porque mis invitados llegan tarde a comer, no doy las gracias por contar con la compañía de otros seres humanos que están dispuestos a invertir su tiempo estando conmigo.
La queja es propia de nuestra parte infantil, que reacciona mecánica e irreflexivamente ante lo que le repele; el agradecimiento nace del adulto, que valora las distintas dimensiones de una misma situación y se queda con la que más le conviene.
El mapa no es el territorio
Si eres lector asiduo de la sección de Desarrollo Personal de EPDH, ya sabrás que una de las presuposiciones de la Programación Neurolingüística (PNL) es que el mapa no es el territorio.
Esto significa que nuestra visión del mundo nunca se corresponderá al 100% con la realidad –aunque podemos trabajar para que sea lo más ajustada posible-.
Siempre vamos a observar nuestro entorno a través de ciertos filtros que lo modificarán más o menos. Pues bien: tanto la queja como el agradecimiento pueden funcionar como filtros de cambio de ese territorio.
Si decides utilizar la queja como filtro, estarás enfocado en lo negativo, en lo que no te gusta, en lo que no quieres.
Estarás desempeñando, consciente o inconscientemente, el papel de víctima, y por tanto atraerás a perseguidores o a personas sobreprotectoras que te ayudarán a perpetuar ese rol.
El ejemplo que mostrarás a los demás será el de alguien con energías negativas, que no invita a compartir ninguna experiencia con él. Por si fuera poco, cada objetivo que te plantees estará mal formulado desde el principio, pues irá encaminado a huir de lo que no quieres.
Apuesta por el agradecimiento
En cambio, si apuestas por el agradecimiento, los valores que transmitas serán radicalmente distintos. Los demás verán en ti compromiso, fuerza, sentido del humor, generosidad y autenticidad.
Estarás enfocado en lo que quieres, y por tanto te moverás por la búsqueda del placer en lugar de por la evitación del dolor.
El agradecimiento, sea interno –expresado sólo para ti- o externo –expresado a los demás- creará una energía en ti que será contagiosa para quienes te rodeen.
Al estar actuando desde tu parte adulta –que es la que reconoce lo bueno que hay en la vida, la que se responsabiliza de sus acciones y la que trata a los demás como lo que pueden llegar a ser y no como lo que son- atraerás a otras personas que se muevan desde ese rol, con lo que crearás un entorno más saludable para ti que estimulará ese círculo virtuoso de agradecimiento.
El agradecimiento es, sobre todo, un antídoto contra la queja. Cada vez que te sorprendas quejándote sobre algo, busca qué puedes agradecer de dicha situación. Siempre hay algo.
Si estás en la queja, dale la vuelta al mapa y observa el territorio desde el agradecimiento.