La culpa I: el principio de todos los males

    La culpa I: el principio de todos los males © Depositphotos.com/Michele Piacquadio

    La culpa es una de las emociones más temidas por el ser humano. Nos genera un gran malestar emocional y supone una carga tan grande que a menudo acaba por afectar a todos los aspectos de nuestra vida.

    Cuando nos sentimos culpables, el sentimiento se apodera de nosotros ynos hace actuar desde la rabia, la impotencia y el dolor.

    Podríamos decir que, en muchas ocasiones, la culpa está detrás de nuestros males.

    La culpa I: el principio de todos los males

    ¿Cuándo aparece la culpa? Cuando hacemos algo que “está mal”. La culpa tiene la función principal de hacernos tomar conciencia de nuestros actos.

    Es cierto que todos cometemos errores y está bien tener un mecanismo que nos advierta de ello, pero no siempre sabemos regularlo adecuadamente.

    Para empezar, ¿quién decide lo que está bien y lo que está mal? ¿En qué nos basamos para emitir esos juicios? Y lo más importante, ¿qué es lo que estamos juzgando?

    Ésa es la clave: nos juzgamos a nosotros mismos, atacamos a nuestra autoestima, a nuestra identidad, en lugar de juzgar nuestra conducta.

    Por ejemplo, yo me puedo comportar de una manera cruel en una acalorada discusión de pareja, diciendo cosas que hacen daño. Mi conducta no es correcta y me siento mal, pero eso no significa que yo soy cruel.

    La importancia de los valores

    En el tema de la culpa, la conciencia moral juega un papel muy importante. Ella está formada por todos aquellos principios éticos que nos han enseñado desde pequeñitos y que en la escuela y en la sociedad en general hemos ido contrastando.

    No está bien salirse de la norma: si eres madre no deberías hacer ciertas cosas, si dejas a tu padre en una residencia no eres buen hijo, si no cumples con lo que le habías prometido a tu esposa es que no la quieres.

    Párate un momento. Lo único importante aquí son tus propios principios, tus propios valores.

    Al único que debes rendir cuentas es a ti mismo; revisa tus creencias y líbrate de todo aquello que no tengan que ver contigo y que estás permitiendo que te hagan daño.

    Cuando se buscan culpables

    Otra cosa que nos encanta hacer es buscar culpables: ¿quién tiene la culpa? Parece que de todo lo que pase tiene que haber alguien que cargue con la culpa; si no, no estamos contentos.

    “Puede que la culpa la tenga yo, o peor aún, puede que la culpa de todo la tenga yo”. Hay determinadas personas con esa costumbre: culparse por todo lo que pasa en el mundo.

    Si a mi hijo no le van bien las cosas es porque no soy un buen padre, si la empresa no va bien es porque no estoy rindiendo al 100%, si no veo a mis amigos es porque soy un egoísta, si mi mujer está mal es porque no le doy todo lo que se merece… y así un largo etcétera.

    Es difícil ser feliz cuando, además de tus propios errores, quieres asumir los que no te corresponden.

    Aunque también existe el perfil contrario, el que hace honor a la frase de Charles Chaplin:

     

    Errar es de humanos, pero echarle la culpa a los demás es más humano todavía.

     

    Podríamos decir que ésta es una forma de eludir responsabilidades. Yo me siento mal por algo que he hecho y la mejor forma que encuentro de liberarme de ese malestar es echarle la culpa a otro.

    En ocasiones este proceso se produce de forma inconsciente: el problema viene cuando se convierte en un hábito, de manera que nada más sentir cerca el olor de la culpa ya estamos buscando culpables.

    He llegado tarde porque mi madre me ha llamado por teléfono, mi hijo ha repetido porque los profesores no han sabido ayudarle, le pegue porque me provocó, etc.

    O puede que no sean los otros quienes tengan la culpa, sino las circunstancias. No encuentro trabajo porque estamos en crisis, he sido infiel a mi mujer porque estábamos pasando un mal momento, no he ido a verte porque tengo mucho trabajo.

    A menudo buscamos culpables y justificaciones para huir de aquello que nos genera un sentimiento de culpa o de impotencia.

    Es el momento de desterrar la palabra culpa y sustituirla por una mucho menos dañina y además más útil: responsabilidad.

    Cuando has hecho o dicho algo de lo que no te sientes orgulloso, que no va acorde a los principios por los que riges tu vida o que estaba promovido por unas emociones o pensamientos incontrolados no te sientas culpable: eso no sirve de nada.

    Ya te has dado cuenta de que no obraste bien: perfecto. Dale las gracias a esa emoción que te ha permitido tomar conciencia y ahora asume tu responsabilidad y actúa en consecuencia.

    Si llegado a este punto te estás preguntando cómo puedes dejar de sentirte culpable, espera a leer mi siguiente artículo: te desvelaré las claves para lidiar con la culpa y para romper con quienes te hacen sentir así.

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    ¡Compartir es vivir!

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