Conviértete en una inspiración para tu entorno
De pronto, descubrimos que en nuestro interior albergamos un montón de información y de conocimiento que teníamos olvidado.
Entonces nos emocionamos y queremos que todo el mundo sepa los grandes hallazgos que estamos efectuando, así que los predicamos a los cuatro vientos sin importar si a quien nos escucha le interesa nuestra cantinela…
…y esto está bien. Después de una educación y una socialización en la que nos han empujado a alejarnos de nuestra verdadera esencia, entramos en una etapa totalmente distinta: nos estamos empezando a conocer a nosotros mismos.
Por tanto, es normal que queramos transmitir a nuestros seres queridos lo bien que nos sentimos a medida que nos vamos acercando a lo que realmente somos, a nuestro ser menos “contaminado” por el mundo exterior.
El camino del autodescubrimiento
Lo que ya no es tan conveniente es mantenerse y recrearse en esa etapa. En el camino del autodescubrimiento resulta fácil acomodarse en esta fase de “yo, mi, me, conmigo”.
Es entonces cuando podemos caer en la trampa del ego y comenzar a resultar insoportables a nuestros allegados. No hay más que darse un paseíto por Twitter para comprobar la cantidad de profesionales del Desarrollo Personal que se dedican a echarse flores a ellos mismos indiscriminadamente.
Sin embargo, sabemos que a nadie le gusta conversar con alguien que se dedica a hablar solamente de sí mismo y a dar consejos sin que su interlocutor se los haya pedido, basándose simplemente en su experiencia y sin tener en cuenta el proceso de aprendizaje del otro.
Los seres humanos somos sistema. Al igual que en la película Avatar los personajes larguiruchos y azules se unen entre ellos para salvar la vida del protagonista, creando una energía especial y altamente poderosa, las personas multiplicamos nuestra fuerza si la juntamos con las fuerzas de otros individuos diferentes.
Descubrirnos a nosotros mismos para entregarnos a los demás
Esta metáfora puede explicar el objetivo final del desarrollo personal y del autoconocimiento: cuando nos descubrimos a nosotros mismos, cuando nos ocupamos de mejorar día a día, el fin último siempre ha de ser servir de inspiración a aquellos que nos rodean.
Y como somos sistema, si haces un descubrimiento de ti mismo y lo compartes, influirás inevitablemente en tu entorno y éste habrá de amoldarse a la nueva situación (en este caso, una situación mejor que la que había antes).
Y no me estoy refiriendo a compartir con palabras, como hacemos en esa fase en la que todo nos resulta nuevo y emocionante, tanto que no podemos evitar verbalizarlo.
Me refiero, a partir del momento en el que nos damos cuenta de que el fin del autoconocimiento es la influencia en positivo al resto de seres humanos, a compartir nuestros descubrimientos, nuestra recién adquirida sabiduría, a través de nuestros actos, de nuestra simple presencia, de la energía que transmitimos y de las decisiones que tomamos.
Reflexiona profundamente sobre lo que transmites al mundo
Por tanto, cada vez que actúes puedes pensar: ¿qué información estoy transmitiendo a través de mis acciones? ¿Qué modelo estoy ofreciendo a aquellos que me observan, me escuchan o reciben mis energías? ¿Cómo me gustaría que me recordaran? ¿Qué legado estoy dejando?
Recuerda que, cuando emprendes el camino del autoconocimiento, adquieres una responsabilidad insalvable: compartir con el resto de seres humanos tus hallazgos, y no desde el ego sino desde una posición de humildad, compromiso y generosidad.
Empieza a darte a los demás y a estudiar cómo tus actos repercuten en el sistema: verás qué satisfactorio resulta.