Creencias que matan

    Creencias que matan © Depositphotos.com/Karel Miragaya

    En estos días en los que la gente habla sin cesar de la crisis económica y se preocupa por temas a los que antes no prestaba ninguna atención, yo me pregunto si la crisis más profunda no será, en vez de la económica, la de identidad.

    Creencias que matan

    ¿Has pensado alguna vez en cómo te describes a ti mismo? ¿Quizás en función de lo que tienes, de lo que haces o de lo que piensan de ti?

    Existen tres creencias que destruyen, “matan” y acaban con la verdadera identidad del individuo. Te invito a que reflexiones sobre ellas.

    1.- Soy lo que tengo.

    Desgraciadamente, todavía hay quien piensa eso de “tanto tienes, tanto vales”. Hay personas que se pasan la vida ansiando posesiones: un coche mejor, una casa mayor, un chalet en las afueras, un barco, un poni...

    Ahora imagina que todo lo que han conseguido (esa casa, ese coche, ese barco) desaparece de la noche a la mañana. ¿Qué pasa cuando las circunstancias cambian?

    Estas personas pasan a creer que no son nadie, porque su identidad se sostenía sobre la terrible creencia de “lo que tengo es lo que soy”.

    2.- Soy lo que hago.

    Seguro que alguna vez te has encontrado con alguien que se presenta con una fórmula parecida a ésta: “Hola, soy Manuel y soy médico”, o “Hola, soy Claudia, la abogada”.

    También es fácil escuchar comentarios como: “no le voy a gustar, soy albañil” o “¡cómo voy a decirle eso, sólo soy un camarero!”.

    Lo que haces no es lo que eres: es una profesión, un trabajo que realizas ahora y que no tiene por qué ser a lo que te dediques siempre.

    Nadie es más o menos que otro por la función que realice o por el cargo que ocupe.

    3.- Soy lo que los demás piensan de mí.

    Seguro que, desde bien pequeñito, has escuchado comentarios sobre ti del tipo: “es muy listo, muy torpe, muy guapo, se porta muy bien, o muy mal, es el más tímido de los tres, etc”.

    Se trata de pequeñas etiquetas que te han ido poniendo y que tú, consciente e inconscientemente, has ido absorbiendo y, lo que es peor, has ido creyendo.

    Aunque cueste reconocerlo, nos influye -y mucho- lo que los otros opinan de nosotros, hasta tal punto que nos censuramos a nosotros mismos por miedo a que terceros se sientan defraudados.

    Así, conseguimos vivir pendientes de que los demás nos den su aprobación. Se nos olvida que lo único importante es ser uno mismo y que el que tiene que estar orgulloso de uno es, ni más ni menos, ese uno.

    Abandona las creencias que te destruyen

    Ha llegado el momento de abandonar esas creencias que matan y destruyen lo que de verdad somos.

    Cuando te pregunten quién eres, recuerda que no eres lo que tienes, ni lo que haces, ni lo que opinan de ti: ¡Eres tus valores!

    Eres lo que defiendes y lo que te importa; eres eso por lo que estás dispuesto a levantarte cada mañana; puede que seas nobleza, respeto, humildad; puede que te importe la familia, la amistad, el amor; puede que te rijas por la justicia, el orden o la solidaridad…

    Sean cuales sean esos valores, son los tuyos y son lo que eres.

    Por mucho que el mundo cambie y sean cuales sean las circunstancias que te rodeen, si vives y te defines en valores nunca tendrás miedo ni dudas, y tampoco caerás en una crisis de identidad como la que hoy padecen muchos ciudadanos de nuestro país.

    Cuando sabes quién eres y para qué estás aquí dejas de ser influenciable por otros y dejas de vivir a expensas de las circunstancias, puesto que cuando éstas no te favorecen puedes crear unas nuevas.

    De este modo, dejas de creer que lo que te da valor es tu posición social, tu casa, tu coche o tu puesto de trabajo, para empezar a creer que lo que de verdad importa es ser uno mismo.

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