Campus de verano para niños: la mejor opción
En este afán por tener a los niños siempre activos y entretenidos (no vaya a ser que se aburran un poco y ocurra alguna catástrofe), la oferta de posibles actividades veraniegas no para de crecer.
Contamos con granja escuelas, clases de inmersión lingüística en colegios de más o menos solera, intercambios con otros países, escuelas deportivas, etc. En definitiva, existe todo un mundo de posibilidades.
Muchos padres tratan de matar dos pájaros de un tiro matriculando a sus hijos en actividades “productivas”, y con ello los mantienen ocupados durante las semanas en que aún tienen que trabajar.
En ese caso, la actividad veraniega favorece que los niños tengan una nueva rutina hasta que los padres puedan por fin participar de las vacaciones familiares.
La necesidad de desconectar de las obligaciones escolares
Un niño también necesita vacaciones. Pese a que no siempre nos demos cuenta, las ocho horas que pasan metidos en un colegio, sentados la mayor parte del tiempo en un pupitre y escuchando cada poco la frase “¡Queréis callaros!” de boca de sus profesores, son para ellos tan duras como una jornada laboral adulta.
Por eso, en sus vacaciones tenemos que tener este detalle en cuenta. Obligar al niño a volver a otro pupitre en un caluroso día de julio puede ser una pequeña tortura para él.
¿Cuál es el campus ideal?
Por eso, el campus veraniego ideal sería aquel que, pese a realizarse en el marco de un colegio, cambie radicalmente su esquema de funcionamiento.
De manera ordenada se debería permitir cierto desorden, para que los niños sientan que están en otro momento del año en el que no hay tanta rigidez.
El campus ideal es aquel que permite al niño desarrollar su hemisferio derecho, por ejemplo a través actividades artísticas, deportivas o musicales.
Quitémonos esa obsesión por lo académico. Tu hijo puede aprender inglés (o chino mandarín) durante el curso o yéndose al extranjero cuando sea un poco más mayor. Estate tranquilo: no va a perder ningún tren.
Exprime su felicidad: la infancia es una etapa que pasa muy rápido
Un campus perfecto es aquel en el que tu hijo pueda aprender a desarrollar el espíritu deportivo, la creatividad, la relación de grupo o la tolerancia, y además divirtiéndose.
Es decir, se trata de un momento en el que conviene dar paso a algo diametralmente opuesto a lo que los niños están obligados meterse en la sesera durante los meses lectivos.
No por machacarlos en verano serán futuros Einstein; ojo al marketing de los “campus milagro”, que lo que muchas veces hacen es vender humo.
Por el contrario, si se potencia su felicidad en estos meses estivales, tu hijo sí podrá empezar el nuevo curso con energías renovadas.
Este alegato no excluye de hacer los deberes que haya que realizar durante el verano. Es obvio: si los hay, se hacen.
Por supuesto, tampoco pretendo animar a que, si el niño tiene alguna dificultad académica, no haya que dedicar un tiempo a ello durante julio y agosto.
Pero al margen de estas puntualizaciones, en verano la vida del niño ha de ser lo más diferente posible a su vida escolar.