La humildad: un valor que debemos rescatar Destacado

    La humildad: un valor que debemos rescatar © Depositphotos.com/Rcreitmeyer

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    La humildad: un valor que debemos rescatar

    El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad.

    (Ernest Hemingway)

    Cuenta la leyenda que Querofonte, un amigo de Sócrates, acudió al oráculo de Delfos para preguntarle si había alguien más sabio en el mundo que el filósofo ateniense.

    La respuesta que obtuvo del famoso oráculo fue negativa: nadie había más sabio que Sócrates. Querofonte trasladó el veredicto al propio Sócrates, a quien extrañó, y mucho, tal conclusión.

    No en vano, y como bien hemos aprendido a través de los libros de historia, recordemos que él mismo manifestaba en una de sus citas más celebres: “Solo sé que no sé nada…”.

    Así que, con el fin de establecer o desmentir la veracidad del aserto del oráculo, Sócrates comenzó a investigar. Se propuso hablar con las personas que, teóricamente, eran las más sabias de Atenas por aquel entonces.

    Y la conclusión a la que llegó tras examinar a tan selecto grupo de sabios con su método socrático (efectuar preguntas alrededor de un tema o idea central, y responder las otras preguntas que vayan surgiendo) es que ni siquiera tales sabios conocían todas las respuestas de las materias en las que estaban especializados.

    Y además, y para mayor escarnio, tampoco eran conscientes de su desconocimiento. Resumiendo: no sabían que no sabían.

    Así fue como el filósofo ateniense concluyó que su gran sabiduría, auspiciada por el famoso oráculo, provenía del reconocimiento de su propia ignorancia. Y resumió su pensamiento en la famosa frase antedicha: "Yo solo sé que no sé nada". Que, por cierto, era tan sólo una parte de esta otra oración más larga: “Solo sé que no se nada y, al saber que no sé nada, algo sé; porque sé que no sé nada”.

    Si alguien de la talla intelectual de Sócrates tuvo la humildad de reconocer su manifiesta ignorancia, ¿por qué no deberíamos hacerlo nosotros?

    El efecto Dunning-Kruger

    Si queremos aprender, crecer, mejorar, progresar, desarrollarnos, completarnos, pulirnos y madurar, necesitamos humildad. Y sobre ello versa mi artículo de este mes.

    Humildad, sí: un concepto desconocido para muchos. Pero no pensemos mal, porque tal vez dicho “extravío” no sea consecuencia directa de una excesiva altanería o prepotencia o tan siquiera producto del engreimiento o la vanidad, sino que se deba al padecimiento de un efecto bien conocido y estudiado: el efecto Dunning-Kruger.

    El fenómeno fue demostrado en una serie de experimentos realizados por Justin Kruger y David Dunning -de ahí su nombre-, investigadores de la Universidad de Cornell (Nueva York, EE. UU.). Sus resultados fueron publicados en el Journal of Personality and Social Psychology, en diciembre de 1999.

     

    Saber que no se sabe, eso es humildad. Pensar que uno sabe lo que no sabe, eso es enfermedad.
    (Lao-tsé)

     

    ¿En qué consiste el efecto Dunning-Kruger? Se trata de un sesgo cognitivo según el cual los individuos con escasa habilidad o conocimientos experimentan un efecto de superioridad ilusorio, midiendo incorrectamente su habilidad por encima de lo real y considerándose más inteligentes que otras personas mejor preparadas.

    Este pernicioso efecto se produce por la falta de realismo sobre la competencia y las habilidades de uno mismo y por el deseo de conservar una superioridad irreal sobre otros que se debe mantener a toda costa.

    ¿Y qué es lo que desencadena y provoca tal distorsión? Pues, curiosamente, la falta de confianza en uno mismo.

    Sí, porque a pesar de que el efecto Dunning-Kruger pudiera ser interpretado como un complejo de superioridad, es más bien producto de una baja autoestima que obliga a quienes lo padecen a crear ilusiones de suprema sabiduría con el objeto de defenderse, auto-protegerse y aparentar.

    Dunning y Kruger indagaron en estudios previos que tendían a sugerir que, en diversas habilidades -como la comprensión lectora, la conducción de vehículos de motor y juegos como el ajedrez o el tenis-, “la ignorancia frecuentemente proporciona más confianza que el conocimiento”.

    Su hipótesis es que, en una habilidad típica que los humanos poseen en mayor o menor grado,

    - Los individuos incompetentes tienden a sobrestimar su propia habilidad.

    - Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer la habilidad de otros.

    - Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer su extrema insuficiencia.

    Pero si son entrenados para mejorar sustancialmente su nivel de habilidad, estos individuos pueden reconocer y aceptar su falta de habilidades previa.

     

    Uno de los dramas de nuestro tiempo está en que aquellos que sienten que tienen la razón son estúpidos y que la gente con imaginación y que comprende la realidad es la que más duda y más insegura se siente. (Bertrand Russell)

     

    ¡Años buscando, y ésta podría ser la respuesta al por qué hay gente que piensa que lo sabe todo!

    La importancia del esfuerzo y la generosidad

    Toda esta falta de humildad para reconocer que no se sabe lo que no se sabe se podría paliar o mejorar con un poco esfuerzo, si atendemos a los dictados de Josh Kaufman, escritor estadounidense.

    En sus charlas, Kaufman explica que el ser humano es capaz de aprender cualquier habilidad nueva con tan sólo 20 horas de práctica.

    Bien es cierto que Kaufman no pretende que en ese espacio de tiempo seamos completos expertos en algo, pero sí que seamos capaces de hacer lo que sea que decidamos hacer a un nivel suficientemente bueno.

    Ser humilde no vende, pero no hay mercancía de mejor calidad que la humildad

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    Si bien la humildad no encabeza la lista de las virtudes más populares en estos días en los que todo es petulancia y fatuidad, sí es una de las más útiles y solidarias.

    Por ejemplo, si alguna vez necesitas ayuda, es más probable que un amigo humilde esté dispuesto a echarte una mano que uno que no lo es, según sugiere una investigación reciente.

    Es decir, la humildad también tiene que ver con la generosidad. “La compasión es difícil si no se tiene humildad”, dice el psicólogo Jordan LaBouff, de la Universidad de Maine.

    Y aún más: las personas humildes tienden a ser mejores empleados y jefes, aunque no se debe ocultar el hecho de que como en el lugar de trabajo típico se tiende a premiar la autopromoción y el autobombo frente a la humildad, los que optan por la modestia tienen más difícil llegar a la cima.

    Es por ello, según las conclusiones de otro estudio publicado en la Revista de Psicología Positiva, que la humildad -entendida como la capacidad de permanecer con los pies en la tierra, siendo capaces de valorar las propias fortalezas y debilidades apropiadamente, sin subestimarlas o sobreestimarlas- se halla en peligro de extinción.

    Una cultura -infería el estudio en su apartado de conclusiones- que recompensa la autopromoción y que castiga a aquellos que se niegan a participar del envanecimiento hará de la humildad un rasgo exótico del individuo.

    Y sin embargo, al parecer, la experiencia demuestra que las personas humildes tienden a superar en competencias a los egoístas… si logran liberarse de ese corsé y se elevan, a pesar de todo, en las jerarquías organizativas, ya que la humildad es un componente muy importante de un liderazgo efectivo.

    De hecho, también se sabe que las organizaciones con líderes humildes tenían empleados más comprometidos y una rotación menor.

     

    Cuando somos grandes en humildad, estamos más cerca de lo grande. (Rabindranath Tagore)

     

    No. No es posible tener todas las respuestas, así que habremos de ser humildes para entender que nuestras posiciones, opiniones y planteamientos podrán ser tan firmes como pretendamos y estar sólidamente asentados en la experiencia, el estudio o la razón, pero que en ningún caso son indiscutibles, imperecederos o inmarcesibles.

    No nos creamos irremplazables. La humildad es nuestro contacto con la realidad y es muy probable, como decía el poeta inglés Edward George Bulwer Lytton, que nadie aprenda nada en absoluto a menos que lo primero que aprenda sea humildad.

    Vivamos con humildad, aprendiendo de todos y de todo, pues siempre habrá una mejor forma de hacer las cosas.

    Y un par de líneas más para cuando nos vengamos arriba…

    «Cuando me entra el ensordecimiento y dices: “¡Puta, vendiste un chingo de libros y te publicaron en muchos países!”… agarro un ataque de humildad y me meto a una cantina y pregunto: “¿Quiénes han leído libros de Paco Taibo?”. Y cuando nadie dice “yo”, pues ya me vuelve la humildad.»

    (Francisco Ignacio Taibo Mahojo (Gijón, Asturias, 11 de enero de 1949), mejor conocido como Paco Ignacio Taibo II, es un escritor, periodista y activista sindical).

    Pues eso…

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