Lo primero que se requiere para poder cooperar es tener un fin, un objetivo, algo por lo que luchar. Y que ese fin sea motivante y compartido por ambas partes.
Cooperar es relegar tu objetivo individual para luchar por el grupal. Requiere de autocontrol y altruismo.
Pedimos a los jugadores que cooperen en el campo, a los alumnos que lo hagan con sus compañeros y a nosotros mismos en las empresas para que el éxito del trabajo llegue de forma brillante al cliente.
Pero ¿cómo pedimos cooperación en una sociedad en la que los premios y los refuerzos están montados para las individualidades?
El balón de oro, la matrícula del examen, el ascenso de un trabajador, el delantero del que se habla en la prensa y un largo etcétera. Pedir cooperación para que uno se lleve el premio es el colmo del altruismo.
¿Dónde están las ventajas de la cooperación? Todo pasa por la educación, por entrenar las habilidades necesarias y por introducir cambios en el sistema.
Muchas veces, en las empresas nos piden que impartamos talleres para que los empleados aprendan a trabajar en equipo.
Pero ¿y el reconocimiento, el premio o la medalla, al final, para quién es? ¿Para el jefe, para el que asciende? O ganamos todos o no es posible cooperar. Necesitamos una sociedad que se oriente al objetivo grupal, como sí lo hace, por ejemplo, la cultura japonesa.
Necesitamos convertir la cooperación en algo más ventajoso que la competitividad. ¿Por qué es importante cooperar?
- Las personas consiguen vivir en armonía cuando cooperan. Las personas que cooperan se sienten partícipes de un todo, y ello potencia el sentimiento de pertenencia y satisfacción.
- La pertenencia nos lleva a sentirnos comprometidos, y eso redunda en el nivel de esfuerzo y trabajo que invertimos para conseguir las metas. Donde no llega uno, llega otro. Surgen las sinergias que nunca se dan si trabajas solo.
- La cooperación fomenta otros valores como la generosidad. Dar sin esperar un intercambio directo. Es dar para que todos se beneficien, sin segundas intenciones.
- Las personas nos necesitamos, pues no somos seres completamente independientes. Trabajamos, tenemos ocio, nos unimos en pareja y realizamos actividades de todo tipo, casi siempre, con otras personas. Cooperar es fundamental en los procesos de socialización. Las personas, “sanamente” hablando, nos necesitamos.
- Cooperar genera una cadena de conductas cooperantes. Cuando cooperan contigo aprendes a hacerlo con los demás. Y las conductas cooperantes nos llevan a vivir en un mundo mejor alejado de individualismos en el que se fomentan y desarrollan las relaciones interpersonales.
- En momentos de debilidad, cuando surgen las dudas y todo se ve oscuro, el resto también coopera con su motivación, te recuerda los motivos por los que se está en un lugar concreto. La cooperación permite que no realices conductas de procrastinación, esas en las que dejas para mañana lo que puedes hacer hoy y que, después de un mes, sigues sin hacer.
Para educar en la cooperación y que sea un éxito, recuerda que:
Debe haber un beneficio mutuo
Si uno coopera y no gana, perderá la motivación por hacerlo.
Cuando quieras cooperación en el equipo, no valores al jugador que mete los goles, sino a todo el engranaje de la maquinaria que consigue como resultado una jugada de gol.
Trata de ser sincero y honesto. ¿De verdad que un jugador sería capaz de hacer gol, por muy Messi o Cristiano que sea, si el balón no sale desde la portería, se inicia la jugada, o alguno roba el balón, regatea, se va de su marca y pone el balón para que el delantero chute a puerta?
No, imposible. Ni siquiera cuando marcas un gol olímpico o una falta a balón parado. Previamente has necesitado que el rival cometiera falta o que una jugada de ataque terminara en un despeje de balón para que tú pudieras tirar el córner.
Valora el trabajo de todos, refuerza el esfuerzo y no sólo los resultados. Y haz partícipes hasta a los que están lesionados. Todos son parte de los éxitos. Y así en el fútbol como en la vida.
Educa en la responsabilidad
Es imposible cooperar si uno se escaquea. Si miran cuatro y trabaja uno, no habrá lugar para la cooperación.
Como líderes, padres, entrenadores o maestros tendemos a delegar en la persona en la que más confiamos, en la que vemos más resolutiva. Y muchas veces sobrecargamos a los responsables y no educamos en la responsabilidad a los que lo son menos.
Así, hacemos comentarios del tipo “te dejo al mando de la clase porque tú eres el más maduro…”, “vigila a tu hermano y que se lave los dientes después de la comida…”, o cargamos de trabajo a la secretaria supereficaz que te saca todas las castañas del fuego.
Cooperar es cosa de todos y necesitas paciencia e insistir en los que se implican menos. El reparto de tareas y el trato justo harán que el grupo esté en equilibrio.
Busca un sistema de premios grupal, no individual
Está claro que la nota de un examen tiene que ser para el que lo estudia y se esfuerza. Pero tiene que haber otro sistema de premios para valorar a quien presta sus apuntes, a quien pierde tiempo en explicar la tarea al compañero que le cuesta más entenderla o a quien cede un gol cantado para que lo meta el compañero.
Las personas nos animamos a seguir haciendo cosas, incluso las que conllevan comportarse con valores, cuando nos sentimos valoradas por ello. Si tú sacrificas tu tiempo por el bien del grupo, es necesario que alguien se acerque a ti para darte las gracias y decirte que es genial contar con un miembro en el equipo como tú.
Olvida las malas experiencias
Todos hemos podido vivir desde el colegio ese trabajo en el que debíamos participar todos y al final fue cosa de dos.
La vida te demuestra que esas situaciones se repiten, pero no por ello tienes que cerrarte cuando surge una nueva oportunidad.
No etiquetes a las personas ni vayas por libre y te aísles; los demás pueden estar pensando lo mismo de ti.
Da lo mejor de ti, quédate satisfecho, disfruta de esa sensación y… ¡a otra cosa!
Haz esta reflexión: ¿Cuántas actividades o situaciones en tu vida dependen de la cooperación? El deporte en equipo, una intervención quirúrgica, el rescate de alguien perdido, incluso la organización familiar en una casa.
No podemos vivir sin cooperar. La sociedad actual tiende cada vez más hacia el individualismo, el materialismo y la competición en el sentido egoísta de la palabra.
Entre todos tenemos que ser capaces de recuperar esos valores que han permitido que la sociedad se asiente sobre la lealtad, la generosidad y el trabajo en equipo.
Y, lo más importante, es que hemos de educar a los más pequeños en esos valores como forma de relacionarse en casa, en el cole o en su club deportivo para que luego lo hagan de adultos de forma natural.
El hombre es un animal social.
Baruch Spinoza
Juntos la vida es mejor, no te aísles y coopera. Os dejamos un vídeo y un cuento para niños y no tan niños.