Miedo a no dar la talla: cuando el sexo se convierte en un examen
En la sociedad competitiva y consumista en la que vivimos, gran parte de lo que hacemos tiene como motivación fundamental el refuerzo nuestro ego.
En ocasiones eso es llevado al límite y nos conduce a quedarnos en lo superficial: tratamos de ganar dinero, en ocasiones a toda costa, para que se note que somos triunfadores; queremos ir bien vestidos para demostrar nuestro estatus e intentamos relacionarnos con personas de nuestro nivel.
Dentro de esta dinámica tan nuestra, también tratamos de alimentar nuestro ego a través de la sexualidad.
El ego en el sexo
Muchos hombres se acuestan en la cama con su pareja y con su propio ego al lado. De esta manera, cada relación se convierte en una ocasión para lucir su hombría.
Detrás de esta actitud tan extendida en Occidente se encuentra el ego: el temor a la comparación y al posible juicio que hará la pareja de sus competencias amatorias. “¿Qué pensará ella de mí?”, “¿Estaré a la altura de sus necesidades?”, “¿Le haré disfrutar tanto como sus otras parejas?”...
Junto a las preguntas anteriores también encontramos muchas creencias masculinas todavía muy arraigadas: “Un hombre debe satisfacer siempre a una mujer”, “Si ella quiere, yo tengo que estar dispuesto”, “Es mi responsabilidad que ella disfrute”, etc.
Consciente o inconscientemente, la mente de muchos hombres se llena de todas estas interferencias, lo cual hace que, más que disfrutar, uno se acueste para examinarse.
Las consecuencias de la autoexigencia sexual
Cuando el ego toma el control del sexo, éste se desnaturaliza y empieza a dejar de practicarse desde la espontaneidad.
Ante las disfunciones sexuales que esta forma de vivir la intimidad puede producir, algunos hombres llegan a pensar que han perdido el deseo o que son impotentes, confundiendo los efectos secundarios de la tensión con la que viven la intimidad, su examen diario, con una disfunción real.
Así, muchos acaban pidiendo a su médico que les recete Viagra.
De esta manera el círculo vicioso se mantiene: ante la expectativa de sexo, se toman la pastilla para estar seguros de que funcionarán.
Y así, practicando un sexo artificial y que sólo funciona con química, se mantienen muchas parejas.
Pon solución, acude a un sexólogo
La mujer, por su parte, suele ignorar todo este proceso, pues el hombre desde su ego trata de ocultar los detalles a toda costa.
Nadie se tiene que enterar; el caso contrario sería un golpe decisivo para su autoestima masculina, así que el proceso puede dilatarse durante años.
Pero tarde o temprano la cosa explota, porque no hay pastilla que nos permita funcionar como máquinas durante mucho tiempo.
Si has caído en la trampa de examinarte sexualmente cuando te acuestas con tu pareja, ten en cuenta que estás tirando piedras sobre tu propio tejado.
Detrás de esta actitud puede haber creencias erróneas, mitos sexuales e inseguridades personales; no dejes que perturben tu sexualidad.
Si detectas que pierdes la naturalidad con tu pareja y que tu ego toma el control, pide ayuda pronto. El tiempo es muy importante para ambos.
No es necesario que lo hables con tu pareja si no quieres, pero al menos coméntalo con un profesional de la sexología para que te pueda orientar.