La vida sin sexo

    La vida sin sexo © Depositphotos.com/Belchonock

    El principal objetivo del ser humano, como el de cualquier otro animal, es la supervivencia de la especie.

    El instinto de reproducción es lo que nos incita a mantener relaciones sexuales, gracias a la excitación que nos provoca.

    Sin embargo, hay personas que no tienen esa necesidad biológica ni sienten esa atracción o deseo sexual por otras personas.

    Hay gente que nunca ha tenido una relación sexual ni tiene la intención de hacerlo en un futuro. ¿Es posible vivir sin sexo?

    La vida sin sexo

    A este fenómeno se le conoce como asexualidad. Las personas asexuales no sienten atracción sexual por otras personas, ni tampoco excitación física o deseo sexual.

    Es decir, el sexo no les interesa. Esto, no obstante, parece chocar con nuestra predisposición genética para procrear.

    Muchos profesionales afirman que no es que estas personas carezcan de esa respuesta sexual de atracción -algo innato que se dispara ante un estímulo sexual-, sino que no saben reconocerla.

    Es posible que la respuesta sea que no se sienten atraídos por esa propia atracción sexual.

    La asexualidad como orientación sexual

    Una persona asexual no es aquella que no practica sexo porque no puede por problemas físicos, o le tiene miedo o fobia por experiencias traumáticas o prejuicios, o lo considera un tema tabú por principios morales o religiosos.

    Ser célibe es una opción; ser asexual es una orientación.

    Los asexuales se distinguen de las personas que no tienen sexo por elección en que ellos no tienen ese deseo que hay que rechazar o que no puede ser cumplido; simplemente, ese deseo no existe.

    Esto no implica que no sientan otras necesidades de intimidad y acercamiento hacia las personas. La asexualidad no está reñida con las relaciones íntimas, pero no casa con la práctica sexual.

    La necesidad de juntarnos con otras personas y de estrechar vínculos es inherente al ser humano. Necesitamos tener contacto con los demás, y quizá más que tener relaciones sexuales con los demás.

    Bajo deseo sexual, ¿tema de actualidad?

    Parece que, en una sociedad en la que la información sexual es cada vez mayor y la libertad de expresión sobre el sexo también, las personas deberían practicarlo cada vez más.

    Pero es posible que no sea así. El tópico del bajo deseo sexual son los matrimonios de varios años, y puede que en esos casos sea cierto.

    Según una encuesta realizada en Estados Unidos, el 20% de los matrimonios no tienen sexo.

    Una de las principales causas es el bajo deseo sexual, relacionado más con el género femenino (al igual que la asexualidad).

    Sin embargo, hasta un 30% de hombres encuestados afirmaba no tener deseo, por un 50% de mujeres. 

    En Japón, una juventud poco interesada en el sexo

    Aunque no hace falta irse a edades avanzadas, donde los problemas físicos o la misma rutina pueden mermar la respuesta sexual. Es más lógico pensar que los jóvenes tienen más deseo.

    Pues bien, puede que no en todas partes. En Japón, según publica The Guardian, casi el 40% de los jóvenes entre 16 y 19 años afirma no estar interesados por el sexo, y, si aumentamos la edad hasta los 24 años, las cifras son del 45% en las mujeres y el 25% en los hombres.

    Pero hay más: uno de cada tres hombres menores de 30 años nunca ha salido con una mujer.

    El país nipón es el que cuenta con el menor índice de natalidad del mundo, algo que no sorprende a la luz de estos datos.

    Bien es cierto que se trata de una cultura muy distinta, en la que el sexo es considerado un tema tabú y casi prohibido. Aun así, ésta no deja de ser una información muy impactante.

    Ya sea por unas cuestiones o por otras, lo que parece obvio es que existen personas que no tienen ningún deseo sexual, o que lo tienen muy bajo.

    Esto es curioso teniendo en cuenta nuestras necesidades físicas, aunque quizá la respuesta se encuentre en que desarrollamos otras necesidades que pueden ir suplantando a ese apetito sexual.

    Lo que nunca debemos hacer es etiquetarlo como algo extraño o negativo.

    Al fin y al cabo, cada uno puede vivir su sexualidad libremente, incluso aquellos que no lo hagan.

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    ¡Compartir es vivir!

     
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