El sexo como debilidad masculina
Pedro y Marta Mantienen una relación desde hace dos años. Anteriormente, Pedro había tenido una novia extranjera durante seis años.
“Ella me utilizó”, dice. “Quería que tuviésemos hijos, que nos casásemos y que la ayudase a nacionalizarse como española. Teníamos muy buen sexo, y a todas horas, pero me di cuenta que ella quería sacar provecho de la relación para sus planes personales. Como yo por aquel entonces no estaba preparado para tener hijos, ella me dejó”.
Al narrar esta historia el gesto de Pedro no podía evitar mostrar el profundo dolor que esa experiencia le había causado. “Y yo estoy pagando los platos rotos de ese trauma”, añadió Marta.
“El sexo es algo que nos hace débiles a los hombres”, dijo Pedro. “Desde que mi ex me dejó, decidí controlar mis instintos para no volver a engancharme a otra chica de esa forma. Lo pasé mal, muy mal. Sin duda, creo que a través del sexo la mujer es capaz de controlar a un hombre y yo no quiero que eso me vuelva a pasar”.
En los dos años que habían transcurrido desde aquella experiencia, Pedro había perdido gran parte de su deseo sexual.
Por si fuera poco, cada vez que accedía a mantener relaciones con Marta su erección no era del todo buena y tendía a eyacular precozmente.
“Esto nunca me había pasado antes, únicamente me sucede desde que la otra chica me dejó”.
“Todo nos va de maravilla”, añadía Marta. “Yo lo dejaría todo por él, pero empiezo a estar muy frustrada sexualmente. No me atrevo a llevar la iniciativa y él tampoco me busca. Es como si se hubiese castrado a sí mismo para no sufrir más”. Con ese comentario Marta había dado en el clavo.
Una historia con final feliz
Pedro había decidido, consciente o inconscientemente, reprimir su sexualidad para evitar el sufrimiento, sin saber que al mismo tiempo estaba hipotecando cualquier posible relación con futuro.
Hay que tener en cuenta que una pareja no puede funcionar sólo gracias al sexo, pero tampoco puede funcionar sin él.
Este caso real de consulta muestra cómo las vivencias relacionales pueden dejar residuos emocionales en los individuos, llegando a condicionar la vida futura de pareja.
La terapia se resolvió felizmente una vez Pedro llegó a la conclusión de que el remedio que había puesto era peor que la enfermedad que pretendía evitar.
Y es que cuando la mente deja de boicotear al instinto, la vida afectiva y sexual se muestra en todo su esplendor.