Demencia y Alzheimer: Frenemos su progresión desde la nutrición Destacado

    Demencia y Alzheimer: Frenemos su progresión desde la nutrición © Depositphotos.com/Monkeybusiness

    Demencia y Alzheimer: Frenemos su progresión desde la nutrición

    Uno de los principales problemas de las personas de edad avanzada es el deterioro de su capacidad funcional y mental. ¿Quién no conoce o tiene un familiar aquejado de demencia senil o enfermedad de Alzheimer?

    El aumento de la esperanza de vida en las últimas décadas condiciona la aparición de patologías dependientes de la edad, puesto que a medida que ésta avanza no sólo se produce un desgaste físico, sino también mental.

    ¿Qué carencias nutricionales conlleva la enfermedad de Alzheimer?

    Cualquier deterioro físico o psíquico va a conllevar una alteración de los hábitos alimentarios y favorecerá la aparición de deficiencias nutricionales.

    A su vez, las carencias perjudicarán la evolución de la problemática funcional y mental, estableciéndose un círculo vicioso que hace más precaria la situación del anciano.

    Asimismo, las personas de edad avanzada con alguna deficiencia nutricional muestran mayor tendencia a la depresión, inestabilidad emocional, fatiga e irritabilidad, junto con una mayor pérdida de la memoria a corto plazo.

    Las anemias nutricionales también son muy comunes en esta época de la vida, lo que incrementa este estado de debilidad.

    Dentro del cuadro clínico de la enfermedad hay una tendencia a aumentar las ingestas -sobre todo de dulces- en las primeras etapas de la enfermedad, existiendo una clara disminución de la ingesta en etapas más avanzadas.

    En los casos en los que está asociada la depresión, el aporte nutricional también es menor.

    ¿Cómo se puede reforzar desde el plan alimentario?

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    Dado que se han observado mejoras en algunos casos de demencia y Alzheimer cuando se corrigen las deficiencias constatadas, es básico establecer en las personas con estas patologías pautas nutricionales adaptadas a su condición. En términos generales:

    1.- Los pacientes con demencia y Alzheimer tienen tendencia a tomar menor cantidad de proteínas, por lo que es necesario asegurar unos mínimos, del orden de 0.8-1 gramos de proteína por cada kilogramo de peso.

    Entre los alimentos ricos en proteína de alto valor biológico están los lácteos -preferiblemente desnatados-, huevos, carnes pobres en grasa y pescados.

    2.- Existe una asociación bien establecida entre el consumo elevado de grasa total, grasa saturada y colesterol y el desarrollo de demencia y Alzheimer, por lo que conviene vigilar su consumo.

    Por contra, el consumo de pescado, fuente importante de ácidos grasos poliinsaturados, es inversamente proporcional al riesgo de desarrollar estas patologías (sobre todo el Alzheimer).

    3.- En los pacientes con deterioro de la capacidad mental, se ha visto que existen menores niveles en sangre de vitaminas A, C y E que en los pacientes sanos. Estas vitaminas son nutrientes antioxidantes que tienen un efecto neuroprotector en la enfermedad degenerativa de Alzheimer.

    Los nutrientes antioxidantes actúan sobre la lesión celular, y el aporte de vitamina E mantiene por más tiempo la capacidad funcional de estos enfermos.

    4.- Existe deficiencia de aporte de otras vitaminas como la tiamina, piridoxina y cianocobalamina. Por otra parte, en ancianos con déficit de acetilcolina, problema característico de la enfermedad de Alzheimer y de la demencia senil, conviene garantizar un aporte adecuado de colina, precursor de la acetilcolina, neurotransmisor que se produce en cantidad insuficiente.

    Alimentos como el huevo, levadura de cerveza, hígado, germen de trigo y patatas aportan cantidades importantes de colina.

    5.- El consumo de folatos también está muy reducido y conviene aumentar su ingesta, ya que se ha comprobado que la concentración de homocisteína en sangre (también considerada factor de riesgo vascular) es elevada en estos pacientes.

    Alimentos ricos en folatos: verduras de hoja verde, tomate, hígado, frutas, frutos secos y huevo.

    Como conclusión, resulta más que evidente la relación entre la dieta y la enfermedad de Alzheimer y la demencia senil.

    Aunque hasta ahora no puede evitarse su aparición mediante la alimentación, es cierto que con ésta se favorece su pronóstico y se frena su progresión, mejorando la calidad de vida de estos pacientes.

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