Un clavo saca a otro clavo
El refrán que nos disponemos a analizar hace referencia al hecho de que un amor puede ser olvidado si nos apoyamos en otro nuevo.
Esta afirmación tiene muchos matices, pues, si bien ciertas personas podrán comulgar con ella, otras, por su manera de ser, necesitarán pasar un tiempo en el que la procesión vaya por dentro y se digiera la ruptura en soledad.
Los refranes no siempre son aplicables a todo el mundo, pero podemos aventurarnos a afirmar que sí que aglutinan el sentir mayoritario de una sociedad, y precisamente por eso perduran.
Tanto si dejamos nosotros como si nos dejan, el refrán tiene algo que aportarnos:
Al que es dejado:
Si como a todo hijo de vecino alguna vez te han dado puerta, el refranero te aconseja que no te bloquees y vivas. Así de simple; hundirse no es una opción.
El refrán incluso va más allá y te recomienda que no te cierres a nuevas relaciones, aunque de entrada sean esporádicas. Es normal que no te apetezca volver a meterte de lleno en una relación comprometida.
Pero ten en cuenta que, si además de activarte resulta que encuentras a alguien compatible contigo, podrás desprenderte del dolor con mayor facilidad.
Al que deja:
La mayoría de las personas se apoyan en otro clavo antes de dejar al suyo. Poca gente abandona una relación sin tener a otra persona en la recámara.
El otro proporciona las fuerzas necesarias para dar el salto y finiquitar la relación marchita, pese a que lo ideal y lo políticamente correcto sea hacer las cosas “bien” (¿qué es “bien”?).
Seamos realistas: el ser humano tiende a temer a la soledad y a necesitar el acompañamiento y el contacto afectivo-sexual con el mismo sexo o el opuesto.
Así que, nos guste o no, nos duela o no, es humano que uno sienta que se encuentra mejor acompañado que solo. Es humano, sí, pero no es maduro, pues cuanto mayor es nuestro nivel de madurez mejor soportamos, e incluso disfrutamos de la soledad.
No obstante, mientras maduramos, el refrán suele ser el bastón en el que nos apoyamos.