que me asfixias.
O, por favor, quiéreme menos, pero mejor.
Tras estas palabras tan demoledoras y, en principio, paradójicas, se esconde el modelo relacional de muchas parejas que, a día de hoy, le llaman “amor” a lo que deberían llamar “dependencia”.
¿Tu pareja te ha sido infiel alguna vez? Y tú, ¿has cometido algún tipo de infidelidad a lo largo de tu vida?
Los datos de una encuesta realizada en España en el año 2004 informan de que la infidelidad es la primera causa de divorcio y separación, seguida por la incompatibilidad de caracteres, el desamor y la violencia.
No es lo mismo “pareja” que “alguien que le hable a tu alma”.
La pareja suele escogerse desde la soledad o desde la necesidad de estar con alguien para disimular una baja autoestima o por querer ajustarse a ciertas normas sociales, o quizá porque la persona anhela un amor o sentirse amada.
Según la Real Academia Española, la palabra “compromiso” cuenta con varias acepciones, desde “acuerdo formal al que llegan dos o más partes tras hacer ciertas concesiones cada una de ellas”, hasta “situación difícil, incómoda o delicada”.
Hoy por hoy es una evidencia que, para algunas personas, el compromiso en una relación sentimental se asemeja más bien a esta última definición.
¿A qué se debe el miedo al compromiso? En este artículo ahondaremos en este, cada vez más frecuente, temor del siglo XXI.
De forma cotidiana, es habitual que las personas usemos pequeñas mentiras u ocultemos algunas verdades que no es necesario sacar a relucir.
Esas pequeñas mentiras están presentes en nuestra relación con los demás, a veces incluso de forma inconsciente, y las solemos denominar “mentiras piadosas” (piadosas hacia el otro, por ejemplo para no herir su sensibilidad, o piadosas hacia nosotros mismos, para evitar quedar mal ante alguien o para ensalzar nuestras virtudes).
A pesar de estas pequeñas distorsiones de la realidad (más o menos frecuentes dependiendo de la persona), no nos calificaríamos de mentirosos ni lo consideraríamos un engaño grave.