«La perfección es muerte, la imperfección es vida»

    «La perfección es muerte, la imperfección es vida» © Depositphotos.com/Silvionka

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    «La perfección es muerte, la imperfección es vida»

    Dicen que, cuando teje una manta, la mujer india deja a propósito un defecto en el tejido para que el alma encuentre una manera de salir a través de él.

    Puede hacerla perfecta, pero ella entiende  que ese pequeño defecto contribuye a que el fruto de su tarea resulte más «humano».

    Si nos planteáramos hacer una radiografía del ser humano medio, la conclusión de nuestro análisis sería parecida a ésta: tiene miedo al rechazo, necesita llamar la atención, anhela afecto y sueña con la perfección…

    En el artículo de este mes me detendré en el loco y absurdo sueño de perfección en el que muchos se embarcan en un viaje sin fin que tiene como meta el encuentro de una excelencia imposible.

    ¿Te consideras perfecto?

    Si te preguntara si te consideras perfecto deberías tener cuidado con lo que me respondieras, porque la experiencia establece que cualquiera que conteste afirmativamente a un planteamiento así será pasto inmediato de la antipatía de buena parte de la humanidad.

    Y, como mínimo sería tildado de arrogante, cuando no de estúpido, por considerarse a sí mismo como alguien sin tacha.

    La perfección, ya vemos, rechina, tal vez porque la mayoría sí somos conscientes de nuestros fallos y deficiencias y contemplamos la perfección más bien como una dirección y jamás como un resultado irrenunciable.

    En todo caso, y a pesar de lo ya escrito, el perfeccionismo es una religión con muchos fieles. Y, si uno indaga un poco más a fondo, se encuentra con declaraciones de este tipo: «Perfeccionista es el reproche que oigo cuando hago algo bien», «al que no sabe hacer las cosas mal se le llama perfeccionista» o «no querer ser perfecto es un delito».

    Pensamientos así intimidan a cualquiera, ya que no dejan resquicio a la disidencia.

    Pero tú y yo (que no nos asustamos tan fácilmente) sabemos que la búsqueda militante de la perfección hasta más allá de un límite razonable pierde toda condición de virtud para convertirse en rémora de cualquier tarea.

     

    La búsqueda militante de la perfección hasta más allá de un límite razonable pierde toda condición de virtud...

     

    El perfeccionismo no garantiza el éxito

    No digo, y, por favor, que nadie me malinterprete, que poseer altos estándares de calidad en aquello que uno se propone hacer sea una pretensión exagerada o incluso una patología. En absoluto.

    Lo que sí intento explicar es que no conformarse nada más que con la total, absoluta, incondicional, categórica y completa perfección, ni es garantía de un mejor resultado final (se tiende a estropear lo que mucho se toca), ni hace feliz a nadie (siempre se estará insatisfecho con el resultado alcanzado se haga lo que se haga) ni resulta tampoco práctico, dado que los tiempos de entrega de la tarea se extenderán hasta el infinito en el intento de mejorar lo que ya está bien o muy bien.

    Resumiendo: pretender siempre lo máximo y lo mejor en cualquier tarea que emprendamos; odiar visceralmente la chapuza y el trabajo mal acabado; renegar de cuanto no tenga un nivel sobresaliente… Todo esto puede ser positivo e incluso dar una idea de nuestro nivel de profesionalidad... pero hasta cierto punto.

    Las tareas tienen un tiempo y un nivel óptimo de ejecución, y, aunque la mayor parte de las veces -entiéndaseme la analogía- nos gustaría poder pintar "Las meninas", dibujar cualquier otra de las fabulosas obras que cuelgan de una de las múltiples salas del Museo del Prado también estará muy bien. ¿O no?

    El círculo vicioso del perfeccionismo

    Algunos ejemplos de pensamiento perfeccionista serían los siguientes:

    Pensamiento todo o nada. Por ejemplo, "cualquier cosa menos la perfección es un fracaso”.

    Pensamiento catastrófico. Por ejemplo, "si cometo un error, no voy a ser capaz de sobrevivir a la humillación”.

    Pensamiento cenizo. Por ejemplo, "me pasaré toda la noche preparándome para exponer la presentación, pero sé que no lo voy a hacer bien”.

    En el caso de afirmaciones perfeccionistas, encontramos algunos ejemplos capaces de provocar por ellos mismos la mayor de las angustias a cualquiera: "Yo nunca debería cometer errores ","yo nunca debería mostrarme nervioso ","yo siempre debería ser capaz de predecir los problemas antes de que ocurran"…

    Cuando, en realidad, se debería optar por declaraciones más realistas y positivas del tipo "nadie es perfecto", "todo lo que hago es mi mejor esfuerzo", "cometer un error no significa que soy estúpido o un fracaso, sólo que soy humano” o "está bien no ser agradable todo el tiempo, porque todo el mundo tiene un mal día”.

    Una metáfora

    Nasreddin, o Nasrudín, es un personaje mítico de la tradición popular sufí, cuyas historias sirven para ilustrar o introducir las enseñanzas sufíes.

    Cierto día, Nasrudín conversaba con un amigo.

    - Entonces, ¿nunca pensaste en casarte?

    - Sí, lo pensé –respondió Nasrudín. – En mi juventud resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco y conocí a una mujer muy espiritual y linda; pero ella no sabía nada de las cosas de este mundo.

    Continué viajando y fui a Isfahan; allí encontré a una mujer que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero no era bonita. Entonces resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza bonita, religiosa y conocedora de la realidad material.

    - ¿Y por qué no te casaste con ella?

    - ¡Ah, compañero mío! Lamentablemente ella también quería un hombre perfecto.

    Nadie es perfecto

    Contentar a todos es imposible, al igual que lo es contentarse uno mismo teniendo para con uno un nivel de exigencia supremo y, si se me permite, cruel.

    «Nadie es perfecto», como se dice en el diálogo final de la película “Con faldas y a lo loco”, cuando Jack Lemmon le confiesa a su compañero de bote, quitándose la peluca, que él es un hombre y no una mujer, como acaso pensaba.

     

    Y que nadie sea perfecto es una gran noticia, porque el perfeccionismo es una cárcel.

     

    Libérate, por tanto. Hoy es tu Día de la Independencia. Desde hoy dejarás de intentar hacer cosas perfectas para hacerlas simplemente mejor.

    Todo el mundo ganará con ese cambio, pero sobre todo ganarás tú.

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