Niños enfermos, padres valientes
Cuando un niño está enfermo, todo su núcleo familiar se ve alterado. La rutina diaria se interrumpe por las continuas visitas al hospital y las pruebas médicas, y las horas de espera e incertidumbre se hacen interminables.
En la mayoría de los casos son los padres los que sufren desde el primer momento y quienes juegan un papel indispensable en todo este proceso. Cuando reciben la noticia de que su hijo padece alguna patología grave, el mundo se para por un momento: sienten rabia, impotencia y dolor, mucho dolor.
En muchos casos, los padres preferirían ser ellos quienes padecieran la enfermedad, y no sus hijos. Es muy común que en esta primera etapa de negación los padres se culpen de la situación, sobre todo las madres, quienes no pueden evitar sentirse responsables de lo que les pasa a sus hijos, especialmente cuando el diagnóstico se realiza antes de nacer.
Es importante darse un tiempo para asimilar la situación, y entender que cada uno lleva un proceso. Quizás un miembro de la pareja lo asimile antes, o puede que uno necesite más tiempo que el otro. En necesario ser comprensivo y, sobre todo, evitar enfrentamientos de pareja en estas circunstancias.
Aunque todo esto es totalmente comprensible en esos primeros momentos, lo más conveniente desde el principio es tomarse las cosas con calma y, sobre todo, mantener una actitud positiva. El modo en que los adultos afronten la enfermedad va a ser determinante para el niño, y afortunadamente podemos decir que, en la mayoría de los casos, detrás de un niño enfermo suele haber unos padres valientes.
Ser un modelo de superación
La mejor manera de ayudar a un niño enfermo es mostrarle un modelo de adulto sano. El niño debe ver en sus padres personas con afán de superación, que le trasmitan fuerza, alegría y comprensión. Si tiene la suficiente edad para entender lo que pasa es bueno que se hable con ellos, que se comente el tratamiento y se resalte que él es el protagonista de esta historia y que sus padres le acompañaran en todo momento y estarán para todo lo que necesite.
Es importante que no victimicemos a los niños. Ellos son personitas con enormes ganas de vivir, crecer, reír y divertirse. Muchas veces no entienden por qué se les mira con lástima, o por qué la gente les habla con pena.
La sobreprotección no es buena para ellos, pues les hace sentir inútiles y les recuerda a cada momento que están enfermos. Lo ideal es dejar que ellos mismos descubran los límites de su patología y no que los padres se pasen el día diciéndoles “eso no”, “ten cuidado” o “ya lo hago yo”.
Hay que hablarles con empatía y trasmitirles que cada día es importante. Vivir siempre en presente, sin adelantar acontecimientos ni recordar lo que ya ha pasado.
Aceptar la enfermedad y naturalizar la situación
Aceptar la enfermedad es la parte más difícil: cuesta, no se encuentra explicación, resulta injusto y cruel… pero es el paso más importante para empezar a naturalizar la situación. Y eso es justo lo que el niño necesita para no angustiarse más de lo necesario y para que no viva continuamente preocupado. Es lo que conviene para que pueda vivir una vida lo más normal posible, que al fin y al cabo es lo que queremos.
Si de verdad queréis ayudar a vuestros hijos, no les tratéis como enfermos. Ellos no son enfermos: son niños normales que tienen una enfermedad.
El papel de los padres es fundamental en la vida de cualquier niño, y en el caso de niños con problemas de salud todavía más. Ser valiente no significa no tener miedo, sino seguir adelante a pesar de él. Ésa es la mejor ayuda que se les puede ofrecer a los pequeños héroes.
En el siguiente artículo hablaremos de las cosas que hay que tener en cuenta para poder mantenerse fuerte y servir de apoyo y de ejemplo a los pequeños con alguna enfermedad.