Meditar o cómo tomarse unas minivacaciones de 10 minutos
Los que saben disfrutarlo suelen decidir tostarse al sol, contemplar el mar, hacer famosos caminos o, como Joan, charlar despreocupadamente con una amiga frente a la piscina.
De forma inconsciente, Joan meditaba al reflexionar sobre la incertidumbre y sus necesidades de activar nuevos recursos como la formación.
En realidad, la meditación consiste simplemente en permitirnos dejar la mente en el estado en que está y hacernos conscientes de ese estado.
Esta aceptación nos conduce a la calma, a parar el diálogo interior, a acallar esa vocecilla que nos hace volver una y otra vez sobre asuntos que nos preocupan.
No se trata de una técnica de relajación, no buscamos un estado especial. Consiste, simplemente, en estar como estamos.
Para meditar no necesitamos acostarnos o sentarnos, ni hacer el pino o una postura de yoga. Podemos meditar caminando.
Podría parecer que la meditación es patrimonio de las culturas orientales, pero también en el Camino de Santiago y otros senderos de peregrinaje el caminante puede entrar dentro de sí mismo y conectarse con un ser superior.
El literato norteamericano Henri David Thoreau (1817-1862) nos dejó testimonio en su obra Walden de sus meditaciones durante largos paseos por el bosque cercano a este lago donde vivió solo en una cabaña durante dos años.
El deseo de contactar con la naturaleza impulsaba su andadura.
Las vacaciones nos ofrecen cada año una oportunidad de “desconectar” y activar nuestra mente inconsciente y creativa, un parón imprescindible para no perder la cordura.
Las altas temperaturas de muchas ciudades españolas nos impiden mantener el ritmo frenético del resto del año, y ese momento adquiere la dimensión de un cambio de ciclo que activa nuestras inquietudes y libera la intuición.
Practica la meditación de forma diaria
En realidad no hace falta que sea periodo vacacional para pararse. La meditación constituye una práctica muy saludable recomendable durante todo el año.
Unas minivacaciones diarias de diez minutos repercutirían muy beneficiosamente en nuestra calidad de vida.
Practicarlo o no es una cuestión que está en nuestra mano.
Empecemos por respirar. Inspiremos profundamente, retengamos el aire y expiremos hasta vaciar la caja torácica. Mientras lo hacemos, concentrémonos en ello, y sintamos cómo el aire entra, llena y sale de nuestros pulmones. Esto nos ayudará a dejar la mente en blanco.
No tenemos que llegar a ningún sitio y nada va a ocurrir. Conectemos de nuevo con la respiración en el momento en que la mente se escapa y quiere empezar la lista de la compra para ir al supermercado.
La importancia de vivir en el presente
Este sencillo ejercicio nos situará en el momento presente. No hace falta dedicarle mucho tiempo, porque al fin y al cabo ¿no necesitamos todos respirar?
Simplemente nos servirá para ser conscientes del momento y darnos cuenta de la inconsciencia en la que vivimos.
Aunque este ejercicio básico se puede hacer más sofisticado en la práctica del yoga, podemos tener una experiencia sorprendente sobre la conciencia del momento presente perseverando y ejercitando estas respiraciones sencillas.
Se trata de practicar: cada vez que nuestro diálogo interno quiera empezar su cacareo, concentrémonos en la respiración y detengámoslo.Si quieres leer más sobre los beneficios de la meditación pincha aquí.
Referencias: Henri David Thoreau, Walden