¿Hakuna matata?: maquillando la realidad
Si, como padres, nos preguntaran qué es lo que deseamos para nuestros hijos, la respuesta seguramente sea “que crezcan sanos y felices”.
¿Qué padre no desea que su hijo crezca en un ambiente agradable, feliz y libre de preocupaciones y padecimientos? ¿Y cómo no iba a querer que crezca sano como un roble, lleno de fortaleza y vitalidad?
Leyendo esto, realmente nos enfrentamos a una ardua tarea, ¿verdad?
Y es cierto, puesto que nadie nos enseña a ser padres y estamos exentos de manual de instrucciones.
Simplemente con nuestra experiencia, intuición e ilusión por hacer las cosas lo mejor posible pondremos toda la carne en el asador sólo por y para nuestros hijos.
Pero este afán lógico de protección y búsqueda de felicidad nos lleva en ocasiones a maquillar la realidad.
A veces podemos hacerlo de manera consciente, adelantándonos a sus pensamientos, solucionando nosotros los posibles conflictos que tenga con compañeros del colegio para que no sea él quien los enfrente y pase el mal trago, etc.
Hagámosle un favor y conversemos con él de nuestro día a día, de sus preocupaciones, alegrías, temores… pero dejemos que sea el niño quien se enfrente a la situación si su edad madurativa así se lo permite.
Por poner un ejemplo: ¿Cuántas veces vemos cómo un niño de cinco años acude al adulto indicándole que otro niño no quiere jugar con él o dejarle su juguete favorito para que finalmente sea el adulto quien interactúe y le solvente la situación? Muchísimas, ¿verdad?
Un niño de esta edad ya debería ser capaz de enfrentarse a estas cotidianas situaciones, introduciéndose en el diálogo y expresando sus necesidades, puntos de vista y deseos.
En segundo lugar, podemos dar un toque de maquillaje a la realidad de manera inconsciente, pero no por ello más inofensiva; es más, me atrevo a decir que, dada su manera tan sutil de llegar a nosotros, puede ser la más nociva.
En esta ocasión, hacemos referencia al entorno que rodea al niño y que, de una manera “subliminal”, manda mensajes directos hacia su persona.
Claro ejemplo de ello son los medios de comunicación: concretamente, vamos a referirnos a la televisión.
El pensamiento crítico frente a los mensajes de los medios de comunicación
Hoy en día vivimos en un mundo digitalizado, en el que los teléfonos móviles, tabletas, deuvedés y consolas ocupan una gran parte del tiempo libre de los adultos y de los menores.
Su uso está, en muchas ocasiones, relacionado con la necesidad de entretenimiento, dada la vida ajetreada y estresante que llevan los padres. Esto hace que el recurso se convierta en una opción más que justificada, aunque no por ello debe ser la única, ni mucho menos la mejor.
Pero no estamos aquí para intentar convencer de un rechazo a estos medios; primero porque no es la solución y, segundo, porque sería misión imposible.
Dado que el pensamiento es la semilla de la acción, la intención es crear personas con un pensamiento crítico que les permita analizar, comparar y discernir entre lo que la sociedad nos vende y la realidad.
Pensemos y reflexionemos por un momento sobre películas como las de Disney. Seguramente, al pensar en ellas nos resulte inevitable vernos transportados a un mundo de fantasía y belleza en la que sólo caben la felicidad y la vida de color de rosa, ¿verdad?
Con Aladdín, por ejemplo, viajamos a un “mundo ideal”; El Rey León nos exime de preocupaciones con canciones como Hakuna matata, que viene a decir “no te angusties, no hay problema…”.
Ahora planteo la siguiente pregunta: ¿Es ésta la realidad?, ¿la vida sólo se compone de tan idílicos momentos?, ¿pensamos que estamos haciendo un grato favor a nuestros hijos mostrándoles una vida tan perfecta?
La respuesta contundente es no. La vida se compone de momentos en los que aparecen la alegría, la tristeza, la preocupación, la felicidad… Existen todo tipo de emociones y sentimientos. Enseñar a nuestros hijos a descubrirlos e identificarlos es un gran objetivo a marcarnos como padres y maestros.
Ayudándoles a ello, conseguiremos personas con la madurez necesaria para enfrentarse al día a día, y con la capacidad suficiente de levantarse por sí solos cuando se encuentren o tropiecen con alguna piedrecita por el camino de la vida.
Por tanto, ante la pregunta de si pueden los niños ver películas Disney, la respuesta obvia es sí, pero en su justa medida.
Lo importante es darles la oportunidad de que sean ellos mismos quienes descubran la vida en su totalidad. Así, cuando escuchen frases como “el pueblo entero lo comenta: no está bien que las mujeres comiencen a tener ideas y a pensar” (La bella y la bestia), sean ellos los que, bajo ese pensamiento crítico que habrán ido construyendo al nosotros enseñarles a identificar emociones y pensamientos, decidan si esa frase de la pantalla es moralmente correcta o, por el contrario, se aleja de la realidad.
El pueblo entero lo comenta: no está bien que las mujeres comiencen a tener ideas y a pensar.
(La bella y la bestia)
Os animo desde aquí a que analicéis aquellas películas que vuestros hijos van a ver para, posteriormente, ayudarles a formarse como personas críticas, fomentando la seguridad, autonomía y madurez intelectual necesaria para que crezcan como personas sanas y felices. ¿No era este nuestro mayor deseo, al que aspirábamos al inicio del artículo?
Sólo así podrán construir su “mundo ideal”, que no tiene por qué ser como el del resto de las personas, y aprenderán a identificar y controlar sus emociones, angustias y preocupaciones (Hakuna matata).
De esta manera vivirán la vida en su totalidad.