Familias reconstituidas: ¿Cómo hacer que mi hijo acepte a mi nueva pareja?
Isabel lleva un año conociendo a una persona de la que se ha enamorado. Hace un mes decidieron empezar a vivir juntos en casa de ella, con vistas de consolidar su relación.
Desde entonces la relación con su hijo se ha enfriado considerablemente; ya casi no habla con ella como lo hacía antes, se encierra en su habitación a jugar a videojuegos y ha llegado a contestar de forma maleducada a la nueva pareja de su madre.
Ella se concibe joven y no quiere quedarse sin rehacer su vida sentimental ni desea elegir entre su nueva pareja y su hijo, pero está angustiada y tiene miedo de que las reacciones de éste vayan a peor y de que la convivencia se vuelva insostenible.
¿Qué puede hacer para que Óscar entienda que su madre puede tener nuevas relaciones sin necesidad de perder el buen vínculo que tenían entre ellos?
Las familias reconstituidas, una ¿nueva? organización familiar
Aunque familias reconstituidas ha habido siempre, hace algunas décadas eran mucho menos visibles, dado que no estaba bien visto que una persona se divorciara, y menos aún que volviera a emparejarse tras la separación, especialmente si tenía hijos a su cargo.
Con la liberalización de la sociedad actual y el aumento brutal de los divorcios, cada vez es mayor el número de familias reconstituidas: es decir, núcleos familiares en los que convive una pareja de reciente formación y los hijos de matrimonios previos (de uno de los dos, o incluso de ambos miembros de la pareja).
Con el fuerte incremento de las familias reconstituidas aparece una nueva demanda social, que básicamente es de asesoramiento psicológico, ya que la convivencia de todos los integrantes de la nueva familia no siempre resulta fácil.
Es bastante común que a los hijos les cueste aceptar la presencia de la nueva pareja en el hogar, y que se acaben creando diferencias que lleguen a alterar de forma indeseable el buen clima del hogar.
¿Te interesa aprender cómo conseguir que tus hijos acepten al nuevo inquilino?
¿Por qué a los hijos les cuesta aceptar a la nueva pareja?
El principal componente con el que ha de contar una familia para que exista un buen clima familiar es un alto grado de empatía entre todos sus miembros.
Y la empatía es algo que se enseña con el ejemplo. Por eso, lo mejor que puedes hacer para que tu hijo te comprenda a ti es aprender a comprenderle tú a él primero.
Para ello, es bueno que conozcas y entiendas algunas razones que pueden estar afectándole con respecto a tu nueva pareja:
- Los pequeños son más sensibles que los adultos a los cambios de rutina.
El hecho de que haya un nuevo adulto en casa -que además es una figura paternal- altera en gran medida el curso de la vida cotidiana.
Tu hijo tiene que reajustarse al nuevo funcionamiento familiar.
- Es habitual que lo desconocido genere una primera reacción de miedo: nos pasa a todos.
Tú has elegido a esa persona como tu pareja, pero tu hijo no ha participado de esa decisión.
Probablemente todavía no le conoce lo suficiente como para crear una relación de verdadera confianza con esa persona que ahora convive con él.
Todo al principio requiere de un período de adaptación.
- Hay algo de lo que los hijos nunca se sacian, y es de la atención de sus padres. Cuanta más, mejor.
Acostumbrado a tenerte para él solo, ahora tiene que compartirte. Inevitablemente (y aunque intentes lo contrario), pierde parte de tu atención porque se la cedes a esa nueva persona; ¿No es lógico que eso le genere rabia y celos?
Además, en algunos casos también pierde algunos privilegios, tanto tangibles (como dormir en la cama del progenitor) como simbólicos.
- Normalmente, a los niños y adolescentes les cuesta comprender la sexualidad de sus padres.
Aún no saben muy bien de qué se trata, ni en ellos mismos ni en los demás.
Muchos se sienten violentos porque les molesta ver a uno de sus padres en un momento romántico con su nueva pareja, y sienten rechazo (algunos llegan a expresarlo como auténtico “asco”) ante sus muestras físicas o verbales de cariño.
Tu hijo está en busca de una explicación a sus propias emociones románticas y su sexualidad, y, como toda etapa de cambio vital, no suele ser sencilla.
Factores que influyen (positiva o negativamente) en una familia reconstituida
Existen una serie de factores que pueden aumentar o disminuir la tensión de la familia reconstituida, y son los siguientes:
- La edad del niño
Mientras que los niños menores de 10 años suelen ser los que mejor aceptan al nuevo adulto, los niños de entre 10 y 14 años son los que más dificultades tienen para adaptarse.
Los adolescentes mayores de 15 gozan de más independencia, por lo que no suelen verse tan afectados, aunque son casos bastante complicados cuando la convivencia no funciona.
- Causas por las que se disolvió la anterior relación entre ambos padres biológicos
Por ejemplo, no es lo mismo si se trata de una separación voluntaria que si se trata de una separación por la muerte del otro progenitor.
Este último caso es el más complicado, puesto que el hijo puede sentir que, teniendo una nueva pareja, su progenitor le está faltando al respeto al difunto, y le culpabiliza por ello.
- El apego que tiene hacia el otro progenitor
Si la relación era dañina (por ejemplo, una separación por violencia de género), no resultará difícil aceptar una nueva pareja de ejemplo positivo.
Sin embargo, si la relación de apego era buena y el niño mantiene estrecho contacto con la otra parte, puede negarse a aceptar a la nueva persona porque quererla sería una especie de traición a su verdadero progenitor.
- La personalidad y la predisposición de la nueva pareja y del niño
No hay que olvidar que las actitudes tanto del niño como del nuevo miembro de la familia son importantes e influyentes.
Puede existir una compatibilidad positiva, en el mejor de los casos, o ciertas diferencias de carácter y valores que complicarían la situación (como un adulto con actitud autoritaria, o un niño desafiante).
7 claves para crear un buen clima en una familia reconstituida
1.- Id los dos a una, tú y tu pareja
Los primeros que debéis poneros de acuerdo sois vosotros, intentando aunar vuestros estilos educativos.
2.- Crear juntos unas normas
Crea unas normas explícitas de respeto en casa hacia todos los miembros de la familia (incluidas mascotas), y también hacia el cuidado de lo material.
3.- Comunícate, habla con tu hijo
Exprésale tu situación, tus emociones y sentimientos, y también tus miedos y preocupaciones (por ejemplo, con respecto a la convivencia familiar con la nueva pareja).
Para él será mejor saber de primera mano lo que está ocurriendo antes que notar que le ocultas algo.
Adapta la conversación a su nivel de comprensión según su edad.
4.- Ponte en el lugar de tu hijo
Exprésale siempre que puedas tu comprensión y tu cariño, tanto con palabras como con gestos de amor y reconocimiento.
Dile (y demuéstrale) que no le vas a querer menos por tener una nueva pareja. Transmítele seguridad; es lo que necesita.
5.- Mantén los hábitos
Procura mantener los hábitos que teníais juntos antes de que apareciera la nueva pareja.
Dedícale tiempo de tu día, un espacio que sea para él y en el que nada ni nadie os interfiera.
Eso le hará sentir que sigues ahí, por lo que estará mejor predispuesto a aceptar a tu pareja.
6.- Aumenta progresivamente la autoridad de tu pareja
No es fácil acatar, de un día para el otro, la autoridad de un “intruso”.
Por eso, al principio, es preferible que seas tú quien continúe con la mayor parte de responsabilidad de la crianza, para ir progresivamente, y con el paso del tiempo, equilibrando los papeles.
Si nada más llegar el nuevo adulto pretende imponer sus normas, implantar su estilo y hacer valer su autoridad, el fracaso está asegurado.
Es preferible que al comienzo se dé una relación más horizontal y amistosa entre el hijo y la nueva pareja, para consolidar la confianza.
7.- Respeta los tiempos y la distancia
Respeta los tiempos del niño y su distancia si fuera necesaria.
No intentes forzar la unión o la buena relación con la nueva pareja, ya que a veces eso produce justo el efecto contrario al esperado.
Deja que todo siga su curso natural y espontáneo.