Mi hijo ha suspendido: ¿Cómo le ayudo?
No todos los veranos son iguales, ni siquiera para los niños. Para muchos son las épocas de vacaciones, de diversión y descanso, y de olvidar prácticamente cualquier enlace con el colegio.
Sin embargo, muchos otros afrontarán estos meses de forma muy distinta: es el caso de los niños que han suspendido. Ellos tienen alguna asignatura pendiente para septiembre y les toca estudiar en verano.
¿Qué debo hacer como padre?
Lo primero debe ser no alarmarse. Cuando los hijos suspenden, la respuesta inmediata suele ser el enfado y la frustración, tanto hacia el niño como hacia uno mismo.
Comienzan los castigos, los gritos, las reprimendas, las amenazas… y nada de eso ayuda a cambiar la situación, y mucho menos a mejorarla. No hay que generalizar.
Es decir, cuando unos padres ven que su hijo ha suspendido, suelen engrandecer la situación, pensando que su hijo ha fracasado, que no vale para nada, que ellos son unos malos padres, que no podrán cambiar, etc.
Hay que analizar la situación de manera muy concreta y, obviamente, de la forma más constructiva posible, es decir, con la intención de corregir el error y salir adelante.
Sé parte de la solución, no del problema
Para empezar, mide mucho tus palabras. Nada de “mira que te lo dije”, “no has hecho nada”, “es que eres un vago” o cualquier otra expresión que implique castigar al niño, ya sea con insultos, amenazas o reproches por lo no hecho meses atrás.
No es el momento de seguir machacando a tu hijo: no es lo que necesita y no le va a ayudar. Cuanto más le digamos a un niño que no vale para estudiar o que no sabe hacer las cosas, peor rendimiento tendrá.
Es el momento de echarle una mano en la motivación y en su autoestima, que seguramente estará dañada. Hazle saber que puede aprobar: muéstrale tu confianza, que sepa que con esfuerzo y trabajo puede darle la vuelta a la situación.
Organización, tiempo, tareas específicas y refuerzos
Pero no sólo con motivar a tu hijo se borran los suspensos. Hay que planificar muy bien el estudio durante las vacaciones.
Sería ideal crear un horario en el que plasmar el tiempo que se necesita para cada asignatura. Para ello habrá que evaluar muy bien la dificultad que suponen para el niño y el esfuerzo que conlleva cada una.
Habrá que estar de acuerdo en el tiempo dedicado al estudio, sin ceder a lo que quiera tu hijo (que seguramente será muy poco) pero tampoco quitándole todo su tiempo de vacaciones.
Igual de importante es realizar tareas relacionadas con las asignaturas.
En muchas ocasiones los profesores piden trabajos o unos requisitos muy concretos y, a menudo, más sencillos, por lo que hay que estar muy bien informado de lo necesario y aplicarse a ello.
No hay que estar encima de los hijos ni tampoco agobiarles, sino tener claro qué es lo que se debe hacer, cómo debe hacerse y las armas para conseguirlo.
Cuando hayáis aclarado las tareas a realizar y el tiempo en el que deben realizarse, podéis comprobar cómo va, si necesita algo más de ayuda, si ha mejorado, etc.
Recuerda: el refuerzo es la mejor arma
Y nunca te olvides de reforzar cada vez que estudie. Esto no significa que le compres algún capricho o le quites un día de estudio, pero sí dedícale unas buenas palabras, una sonrisa, una actitud positiva… todo ello ayudará a repetir la conducta.
La cara de enfado, la brusquedad en tus palabras o los reproches no harán más que seguir minando su confianza. Recordad: hay que ayudarle a organizarse y planificar los estudios, sin agobiar ni machacar.
Tiene que dedicar el tiempo y el esfuerzo acordados, y, si lo consigue, su premio será el resto de tiempo que le queda para estar descansando.
No le castigues con menos tiempo, pues esas horas de estudio ya son suficiente castigo para él. Sed firmes y comprobad que avanza con el paso de las semanas, y reforzadle mucho por ello.
Y, por supuesto, no olvidéis que esto puede convertirse en un gran punto de inflexión a la hora de afrontar futuros problemas académicos, pero también en una gran inyección para tu hijo en cuestión de responsabilidad, superación y madurez.