¿Cómo motivar a tu hijo en los estudios?
En primer lugar, ten presente que no todo depende de los padres: no está completamente en tus manos conseguir que le guste estudiar, y menos de un día para el otro.
Hay muchos más factores que están influyendo en la motivación académica de tu hijo: su entorno escolar (compañeros, profesores, ambiente en el centro…), sus ideas de futuro profesional, sus expectativas académicas, su propia personalidad, su situación emocional presente…
En una edad de importantes cambios vitales y en la que se da una progresiva adquisición de autonomía, no es de extrañar que otros asuntos (socializar con amigos, primeros amoríos, diversión y descubrimientos) le resulten más interesantes que plantarse delante del libro de texto a hacer deberes o estudiar.
Respeta los intereses de tu hijo
Por eso, es habitual que los hijos pasen por un momento de “crisis” con respecto a los estudios, pero tras algunos años algunos niños recobran de forma natural el interés y la curiosidad por aprender y estudiar.
Otros, por el contrario, prefieren dedicarse a otras actividades no relacionadas con lo intelectual pero igualmente respetables que les motivan de una forma más intensa.
Es importante tener en cuenta que no todos tenemos interés por lo mismo: existe una inmensa variedad de opciones, y cada uno es bueno en lo que le gusta.
Aun así, los jóvenes tienen capacidad para comprender que es muy recomendable terminar la formación escolar mínima para tener una mayor amplitud de oportunidades de trabajo, siempre sabiendo que nadie les va a obligar a continuar estudiando en el futuro si no es eso lo que desean hacer.
Siete consejos para motivar a tu hijo en los estudios
A continuación, trabajaremos algunos consejos para motivar a tu hijo en los estudios (¡o por lo menos, no desmotivarle aún más!):
1.- Proporciónale un buen espacio para estudiar. Parece una tontería, pero no lo es.
Un espacio acogedor y organizado, sin distracciones (móvil, ordenador, juegos… ¡fuera!), ordenado y limpio, bien iluminado, con un escritorio amplio y despejado de cosas inútiles es mucho más motivador que un lugar incómodo donde sólo colocarse para estudiar ya es un esfuerzo añadido.
Si tu hijo estudia en la cama o en alguna parte de la casa donde haya factores distractores (como la cocina, el salón, o en el caso de que comparta habitación), te propongo crearle un espacio especial para él que le invite a sentarse a estudiar como un “adulto maduro”.
Además, proporcionarle un sitio exclusivo de estudio es un símbolo mediante el cual le estás transmitiendo: “Tú tienes derecho a tener tu espacio, y yo respeto que lo que tú haces, que es estudiar, es algo importante y merece ser valorado”.
2.- Ponte con tu hijo delante de un papel donde esté la lista de sus asignaturas, y ve preguntando por ellas una a una, escuchando lo que el niño tiene que decir de todas ellas.
Es importante que estés enterado a fondo de cuál es su situación en cada materia: dónde ve las dificultades a nivel de temario, si ha tenido algún problema con el profesor, si posee un bloqueo especial con esa clase (como puede ser la educación física), si ha habido algún tipo de conflicto…
Es positivo que tu hijo sienta que estás al tanto de su situación y que conoces a fondo cómo se desenvuelve en el colegio, y así pueda informarte varias veces a la semana de cómo va evolucionando.
Con este ejercicio intento prevenir que tu hijo se encierre en sí mismo y evite contarte las cosas porque creer que tú no estás enterado de nada y no lo comprenderás.
Un padre que no se interesa por el funcionamiento de su hijo más que para ver sus notas y juzgarle a final del trimestre, implica un hijo con más probabilidades de fracaso escolar.
3.- Siéntate con tu hijo para negociar, con tranquilidad y tiempo, hasta llegar a plantear unos objetivos realistas en cuanto a sus estudios.
Si le está yendo mal en muchas asignaturas, no puedes pretender que el objetivo sea aprobarlas todas y con buena nota, ni aunque le prometas el oro y el moro si lo hace.
Es importante trabajar con metas concretas y accesibles, realistas a la hora de cumplirlas.
Es útil establecer un premio para cada una de esas metas cuando se consigan. Es preferible que esos refuerzos no sean principalmente de cosas materiales, sino más bien experiencias o permisos.
¡Y cuidado con los castigos! Mejor no los utilices si no tienes claro cómo hacerlo.
4.- Ayúdale a elaborarse un horario organizado de trabajo, una planificación con todos los días de la semana y todas las horas del día, anotando qué va a hacer en cada una de ellas, ya sea colegio, actividad extraescolar, deberes (especificar qué asignaturas trabajará en cada momento), descansos y otras actividades obligatorias o de ocio.
Este horario no ha de ser rígido, porque en ocasiones resulta imposible cumplirlo y hay que remodelarlo.
Aun sabiendo que el horario es flexible y puede ser modificado puntualmente, la propuesta es seguirlo lo máximo posible.
¿Qué tal si te elaboras tú también un horario de las horas que estés en casa y os proponéis cumplirlo juntos, cada uno el suyo?
Siempre decimos que la mejor forma de enseñar es el ejemplo; si le pedimos a nuestros hijos que cumplan algo, nosotros hemos de ser los primeros capaces de cumplirlo…
5.- Haz todo lo posible para que tu hijo no asocie los estudios y los deberes a una obligación desagradable, riñas, discusiones y gritos… de esa manera es normal que se convierta en un suplicio y lo evite al máximo.
Procura que el momento de hacer los deberes o estudiar sea un momento más del día, agradable y reforzante para él.
Los comentarios positivos cuando ves que se está esforzando (más allá de los resultados obtenidos) ayudan muchísimo a que se sienta orgulloso y motivado.
Si ves que tu hijo lo acepta bien, puedes ponerte cerca de él mientras estudia a hacer alguna actividad tranquila como leer un libro o trabajar desde casa.
Puede que esta compañía le resulte agradable (siempre respetuosa y en silencio, cada uno con sus cosas sin distraerse) y le motive a compartir ese momento con un adulto.
Déjale claro que no lo haces para controlarle, sino porque te agrada estar junto a él.
6.- Reflexiona con tu hijo sobre su futuro: ¿Qué quiere ser de mayor? ¿Dónde quiere llegar a nivel profesional? Conteste lo que conteste, respeta y apoya.
Intenta no reflejar en él tus deseos personales.
Tener objetivos a largo plazo y relacionarlos con las decisiones presentes puede ayudar al niño a motivarse. Trabaja también con los objetivos a corto plazo.
Para ello podéis hacer un ejercicio: Elabora una lista de “Beneficios de no estudiar” / “Problemas de no estudiar”, y lo mismo con “Beneficios de estudiar” / “Problemas de estudiar”.
Éste es un ejercicio de reflexión donde el niño puede descubrir que las ventajas de estudiar son más que las de no estudiar, aunque sea difícil ponerse a ello.
Es importante que sea él quien reflexione; ¡No le completes tú mismo el ejercicio ni le digas lo que tiene que poner! Tú ya te sabes de memoria las razones; no se trata de otro sermón paterno.
Ten paciencia y espera que él las vaya deduciendo. Si no lo hace por sí mismo, no sirve, tal y como ya te contamos en el artículo "Hazle un favor a tu hijo: no hagas los deberes con él".
7.- Olvídate de frases comparativas del estilo “yo a tu edad…”o “mira tu hermano…”. Estas frases no tienen ningún efecto positivo sobre el niño: más bien al contrario; producen una actitud desafiante y negativa, un rebote con ansias de decir “yo soy diferente”.
Llegados a este punto es más que probable que te interese leer el artículo "¿Qué piensas sobre tu hijo?: Creencias erróneas de los padres" en el que se analizan las principales ideas irracionales que los padres tienen sobre los hijos.
Teniendo en cuenta que tus hijos están en proceso de consolidación de su propia identidad, hay que darse cuenta que están buscando ser ellos mismos…
¿Puede que el fracaso escolar sea un intento de diferenciarse, de no parecerse a su hermano al que tan bien le va en todo y al que no se cree capaz de superar?
En todo caso, las comparaciones son odiosas: pueden dañar su autoestima y hacer que todo acabe complicándose más.
Atento por si hay otras razones detrás
Para acabar, ten en cuenta que existe la posibilidad de que la desmotivación de tu hijo con los estudios no sea el problema en sí, sino sólo un síntoma de una causa más profunda.
A veces, el bajo rendimiento académico funciona como una sirena escandalosa que nos da la señal de alarma: algo está ocurriendo en ese joven.
¿Qué cambios han ocurrido recientemente en su vida que hayan podido afectarle, ya sea en el ámbito escolar o en cualquier otro?
No siempre encontrar la causa es la solución, pero sí nos ayuda a comprender y a centrar el foco.
En este tipo de casos es recomendable acudir a un psicólogo infantojuvenil que ayude a resolver la raíz del problema y, cuando éste ha mejorado, la desmotivación en los estudios se suele reequilibrar.
¡Ayuda a tu hijo a comprender que estudiando no te está haciendo un favor a ti, sino a sí mismo!
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