¿Tu hijo te insulta?
Cada niño tiene su personalidad y por lógica ha de recibir una educación personalizada: ésta es la razón por la que los progenitores han de estar preparados en materia educativa.
Ante los insultos, muchos padres les dicen en tono serio a sus hijos “eso no se hace”, otros directamente les dan una bofetada y el resto opta por ignorarlos.
No obstante, los insultos de hijos a padres son la punta de iceberg que esconde una gran cantidad de frustración en su base.
Puede ser un síntoma de una mala educación recibida, de un problema emocional del hijo o de la suma de ambas cosas.
La mala educación es habitual en nuestra sociedad, tanto en nuestras casas como en los colegios, pues se ha confundido educar “sin frustrarles para que no sufran” con satisfacer todos sus deseos.
Con tan mala suerte que ese estilo educativo actual se ha unido a la sociedad de consumo que trata de convertir a los adolescentes en esclavos de necesidades materiales inútiles y termina por transformar a muchos de ellos en pequeños Luis XIV, reyes Soles que tiranizan a sus súbditos, en este caso sus padres.
Los problemas académicos y relacionales de estos jóvenes y adolescentes son la pólvora emocional que hace explotar el cóctel.
De la agresión verbal a la agresión física
Hay que tener muy en cuenta que los niños sin capacidad de frustración, fácilmente identificables porque son aquellos que montan un circo ante la mínima contrariedad vital, son los más vulnerables a agredir primero verbalmente a sus padres y progresar en esta nefasta costumbre hacia la agresión física.
Así que, cuanto antes detectes el problema, mejor para todos.
Como en todo lo que afecta a la educación del ser humano, el tiempo es oro: cuanto antes se modifique, mejor.
Así que, si detectas comportamientos en tu hijo que te huelen mal, no dejes pasar ni un minuto y ponte manos a la obra.
Si no puedes gestionarlo a solas busca un profesional. En tres o cuatro sesiones, dependiendo siempre de la edad del niño y de la colaboración entre los padres, el asunto puede estar resuelto.